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Vela Sandunga, festividad del Istmo de Oaxaca. // Foto: Especial.

Tardes en Yu Ne Nisa

Por Animal Gourmet

Hablar de comida o platillos que conmueven inevitablemente nos remite a la infancia. A los sabores de la casa materna, a los momentos felices, a los instantes memorables. La comida conecta con el pasado y con el presente y de alguna manera nos conduce al futuro.

Podría hablar de platos que me han conmovido y me han hecho recordar, creo que de esos hay cientos. Sin embargo el primer recuerdo que me vino a la cabeza al hablar de comidas que conmueven fue la experiencia en Yu Ne Nisa, con Ofelia Toledo, en Oaxaca.

La comida con Ofelia era siempre un ritual que terminaba con música, artistas y largas, largas conversaciones

A Ofelia la conozco hace más de una década. Cuando trabajaba en el Museo Soumaya diversos proyectos me llevaron a Oaxaca y su restaurante, sencillo y delicioso, era siempre una parada obligada. Mezcal de Albarardas, quesillo, un mole de ensueño, pellizcadas y los postres frutales con azúcar. La comida con Ofelia era siempre un ritual que terminaba con música, artistas y largas, largas conversaciones.

A mi regreso al DF no paraba de hablar en casa de las delicias de Yu Ne Nisa y las tardes magníficas que pasábamos ahí.

Años después mi papá enfermaría de cáncer. La enfermedad en una etapa agresiva y violenta lo desgastó en menos de un año. Los tratamientos eran aún más crueles y la radiación le quemaba hasta el esófago. La comida que mi padre tanto disfrutaba se convirtió en un suplicio. Meses antes de su muerte una convención médica y un merecido homenaje lo llevaron a Oaxaca.

Era la oportunidad de comer con Ofelia y pasar una buena tarde. Mi padre, reacio, llegó a Yu Ne Nisa. Ofelia consciente de su situación preparó uno de los mejores menús y lo dividió en mas de catorce pequeños tiempos. Especialidades oaxaqueñas con el inigualable sabor del Istmo y el toque de Ofelia hicieron de aquella tarde algo inolvidable.

Mi padre ya muy deteriorado degustó y disfrutó cada uno de esos platillos preparados con amor y compasión

Mi padre ya muy deteriorado degustó y disfrutó cada uno de esos platillos preparados con amor y compasión. La emoción lo inundaba cada vez que podía sentir en sus papilas la consistencia y el sabor. Pasaron casi cinco horas de experiencias y sensaciones. Fue quizá, la última gran comida de mi padre. Su momento más feliz. La comida oaxaqueña pasada por las manos de Ofelia Toledo lo hicieron por un momento reconciliarse con el mundo y el destino.

Cada vez que regreso a Yu Ne Nisa me vuelvo a conmover pensando en aquella tarde y en cómo los sabores de Ofelia nos dieron un momento de solaz e infinita felicidad.

Por Ana Elena Mallet

MalletCorredor Cultural Roma Condesa, investigadora y colaboradora frecuente en publicaciones culturales. También es fan de la comida (y del América).