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El mercado de Tlatelolco, un viaje al pasado (Parte II)

Por Animal Gourmet

La meticulosa organización  y la inmensa variedad de los productos del mercado de Tlatelolco era un mundo desconocido para los conquistadores.

Lee acá la primera parte de este artículo

Hay que recrear lo que  sucedía en el mercado de Tlatelolco. Como hasta el día de hoy, los marchantes se ubicaban debajo de tapices o enramadas que servían de protección contra el sol, como carpas, y se armaban los llamados tianguis bajo los cuales se ofrecían los guajolotes –no había gallinas-, culebras de agua y de monte muy apetecidas, patos criollos de agua dulce, insectos de lagunas, hueva de mosca acuática, abejas, langostas, gusanos de maguey, escamoles, grillos y más de 500 especies de insectos comestibles.

Vendían metates, molcajetes y todo para preparar salsas y tortillas. // Foto: Especial.

Vendían metates, molcajetes y todo para preparar salsas y tortillas. // Foto: Especial.

Había venados, jabalíes, armadillos y liebres, legumbres, nopales y frutos frescos, piñas, guayabas, chirimoyas, mameyes, tomates, aguacates, zapotes, pitayas, jícamas, semillas de maíz, para sembrar y para comer, y el huitlacoche, hongo del maíz muy apreciado hasta el día de hoy.

Cantidades de chiles frescos, ahumados y secos, flores de calabaza, epazote, hoja santa, cilantros, achiotes y un sin número de especias. Hasta pimienta local había. Se ofrecía pescado fresco, acamayas, langostinos grandes de agua dulce y también en los puestos de comida caldos de jaibas y cangrejitos de río, tamales de charales y de todo tipo, guisos y aromáticas.

En otra sección había mantas e hilos, plumas, joyas de jade y ónix, objetos de oro y cobre, plantas medicinales vendidas por los chamanes, cerámica utilitaria y suntuaria, molcajetes de piedra volcánica, comales para cocinar de todo. Para transportar, se empacaba en guacales, palabra que aún nos queda de este dialecto azteca, como la palabra chicle, y la vainilla, que desde entonces era muy apreciada.

…al lado, sin ningún pudor, vendían seres humanos, esclavos para trabajo o sacrificio

En otro extremo estaban los perritos cebados, xoloitzcuintles, hoy muy estrambóticos porque no tienen pelo y que estuvieron en vías de desaparición, muchos dicen que por feos y, la verdad, son muy raros. Hoy los buscan por exóticos. También había tortugas de agua dulce que se comían y vendían vivas como las iguanas y los sapos; eran muchos los animales comestibles y al lado, sin ningún pudor, vendían seres humanos, esclavos para trabajo o sacrificio.

Todo este complejo comercio de objetos, frutas, animales y personas era totalmente desconocido para los conquistadores que maravillados aceptaron cambiar sus gustos para siempre. En lo culinario nunca volvieron  a ser lo mismo por la aparición del tomate, el chocolate, el cilantro, el cebollín y el aguacate, entre otros productos que cambiaron el paladar de los visitantes y del Viejo Mundo para siempre.

Entonces una alacena española tenía mucho menos de la mitad de los productos que en Tenochtitlan se ofrecían en el mercado. Aunque Marco Polo ya había iniciado la curiosidad, la variedad que aquí existía era tan deslumbrante que fascinó, sedujo e impresionó hasta trastornar a los conquistadores que quedaron literalmente boquiabiertos.

El mercado tenía sus reglas y sus jueces para controlar el precio en que se transaba cualquier cambalache, en cacaos, moneda de cambio establecida con la que se regateaba para permutar y negociar productos. El trueque o canje era una tradición y todo estaba vigilado por guardias.

El mercado tenía sus reglas y sus jueces para controlar el precio

La cantidad y la calidad de los productos que se ofrecían en el mercado extasió a los cronistas. Se mezclaban en los puestos mantas y pieles de animales, cuchillos y navajas. Se vendían golosinas para los niños, cacahuates, helados de nieves que bajaban en alforjas de piel de venado del Popocatépetl, a las que les chorreaban miel y encima pepitas de amaranto para el ánimo y contra la depresión.

La cestería era finísima, no solo en los canastos sino los tapetes o petates para el piso y cortinas para las  ventanas, había ropa de papel de amate, huipiles tejidos con esmero e instrumentos musicales, tambores y flautas. Y no acabaría.

A los mercados acudían todas las clases sociales, podemos decir hoy que los Aztecas tuvieron en su apogeo uno de los más elaborados y  sofisticados sistemas de comercio en el mundo antiguo que acercaba a las élites con el campesinado.

Sorprende que hasta el día de hoy no es claro cuando aparecieron los primeros servicios para las transacciones en Mesoamérica y de sus orígenes nos queda un importante vacío así que tendremos que acudir a la imaginación que se desprende de las crónicas que nos dejó Hernán Cortes, Fray Bernardino de Sahagún y Bernal Díaz del Castillo y que podemos observar para evocar desde muy lejos, mirando con detenimiento la maqueta del Mercado de Tlatelolco en la sala Mexica del Museo de Antropología.

Da click aquí para leer la primera parte del artículo sobre el mercado prehipánico de Tlatelolco