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Sabores y sentimientos a través de una copa...

Por Animal Gourmet

En muchos brindis me he descubierto pensando en las copas que han guardado mis mejores recuerdos.

Uno de ellos habla con un seductor acento italiano, me acunó en un castillo medieval en las entrañas de la Toscana: el SummuS de Castello Banfi, un maravilloso vino tinto Sangiovese (25%), Cabernet Sauvignon (40%) y Syrah (35%). A la vista es de intenso color rojo ciruela, matices ligeramente anaranjados, limpio, nítido y muy denso. En nariz presenta un potentísimo aroma que muestra fruta roja madura, roble, especias, vainilla, tabaco, café y chocolate. Y en boca tiene un ataque elevado; muy buen cuerpo, gusto seco, taninos marcados, largo final y retrogusto amaderado.

[contextly_sidebar id=”8d26f57600644472129aa93c6c996b7b”]Ese toque de sangre azul por los vinos me lleva a otro de mis preferidos: el Château Lafite Rothschild. Es un vino que no necesita presentación. Ya en 1815, Abraham Lawton lo había elevado a la cima de su clasificación: “Lo he calificado como aquel de mayor elegancia, delicadeza y fina esencia de los tres (premiers crus)” una calificación posteriormente confirmada en 1855.

Las cepas que se utilizan en este vino son de 80 a 95% Cabernet Sauvignon, 5 a 20% Merlot, 0 a 5% Cabernet Franc y Petit Verdot. Vino de gran cuerpo presumiendo de un extraordinario perfume a carbón de leña, trufas, virutas de lápiz, y sensacionalmente dulces, grosellas negras maduras y notas a cedro. De extraordinaria intensidad, textura, y profundidad con taninos aterciopelados, así como una concentración impresionante.

Lo que más amo de los Rothschild es que nunca se durmieron en los laureles y siguen ‘teniendo’ hijos en bodegas alrededor del mundo.

En México me entrego a los brazos del Reserva Magna que se ha creado a la usanza tradicional de los grandes vinos: la cosecha se hace en cajas, la fermentación se produce en lotes pequeños y por variedad, así como las mezclas se realizan con los mejores cortes de vino. Es un vino premium, de cosecha limitada, botellas numeradas y edición especial. Producido de las variedades Nebbiolo, Cabernet Sauvignon y Syrah. Es de color alegre, brillante de un rojo intenso con matices púrpuras. Su aroma está integrado a frutos negros, tostados y notas de chocolate amargo y vainilla. Su sabor es potente, equilibrado y complejo para un final largo y especiado. Este gran vino ha sido catalogado como el mejor vino mexicano.

Château Lafite Rothschild nunca se durmió en sus laureles y sigue creando vinos excelsos. // Foto: Especial.

Château Lafite Rothschild nunca se durmió en sus laureles y sigue creando vinos excelsos. // Foto: Especial.

Otro vino que me eriza la piel es el Folly de Montes, un tinto que me recuerda aire helado en piel, tierra viva bajo los pies. Un vino salvaje de excepcional calidad; es puro Syrah, producto de los viñedos ubicados en las laderas más altas de la propiedad en La Finca de Apalta, en Chile. Su personalidad es la de un vino rico en color, complejo y fuerte.

Y en España caigo una y otra vez bajo el embrujo de Campo Viejo, 85% Tempranillo, 10% Garnacha, 5% Mazuelo. De color rojo cereza con borde dorado, vivaz, claro y brillante.

Aroma perfumado muy atrayente para el olfato. Las primeras sensaciones provienen de varias frutas: cerezas, ciruelas y moras, con toques de hierbas de montaña, acompañadas de la dulzura de la vainilla y el coco, y los suaves y especiados matices extraídos del roble. En el paladar la fruta se vuelve a sentir. Es un gusto suave y delicado que pide ser disfrutado. El vino refresca la boca y la mantiene inundada de aromas.

Ningún vino es gran cosa si el que lo bebe no pone sueños, sensibilidad, fantasías, amistad y sentimientos en él

Al calor de la carne argentina, me entrego al Graffigna Malbec. Elegido por The New York Times como uno de los diez mejores Malbecs de Argentina, y premiado con 90 puntos por Robert Parker, este vino complejo y atractivo es un notable ejemplo de la variedad insignia de su país. Es de color violeta intenso. Muy aromático, presenta ciruela y notas de chocolate y humo por el añejamiento en roble y en botella.

Y como ningún vino es gran cosa si el que lo bebe no pone sueños, sensibilidad, fantasías, amistad y sentimientos en él, el mejor vino de mi vida es Friné, mi propio vino. Un Cabernet Sauvignon, elaborado en Baja California que fue bautizado por mi amigo Sergio Sarmiento. A la vista ofrece color rojo granate con intensidad media, denotando una filtración adecuada para mantener la riqueza aromática y colorante, en nariz expresa las características del cepaje Cabernet Sauvignon, destacando aromas de frutos rojos fundidos con delicadas notas de castaña tostada confiriéndole complejidad y elegante personalidad.

A la boca muestra un equilibrio de sabores dulces, los taninos de la uva madura se perciben sedosos y bien estructurados y la acidez mantiene su presencia haciendo vibrar nuestras papilas. Los aromas y sabores permanecen equilibrados en la boca proporcionando sensaciones agradables que le acompañarán durante toda la comida.

Este vino es el que resume a todos los vinos que han hecho historia en mi vida.