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La cocina del "Pueblo del sol"

Por Animal Gourmet

Hace varios años, el maestro Alfonso Caso escribió un libro en el que explicaba de forma muy didáctica los aspectos básicos de la religión azteca. Del primer texto, muy exitoso, Caso lo amplió y lo tituló como El pueblo del sol. Si bien muchos de los planteamientos del libro han sido enriquecidos y hasta rebasados por los estudiosos mesoamericanos de las últimas décadas, el nombre es enigma y mandato para México.

El pueblo mexicano mira con dificultad a su pasado. En él, aún revive los momentos críticos y dolorosos de su origen cultural. La derrota de la raíz indígena por la conquista española, se repitió con otras invasiones en el siglo de nuestra Independencia: las intervenciones de Francia y la guerra con Estados Unidos.

A raíz de la Revolución de 1910 surgió un poderoso movimiento cultural, fomentado y apoyado por el régimen revolucionario, que reinterpretó la historia para rescatar el pasado indígena y justificar un presente nacionalista que suscitó muchas simpatías. Es en este contexto en el que se edita la obra de Alfonso Caso y que forma parte del caudal generoso de obras antropológicas y esfuerzos arqueológicos por desenterrar un pasado vinculante para todos los mexicanos.

Gracias al trabajo de estos estudiosos del pasado, hoy en día podemos visitar más de 150 sitios arqueológicos, algunos de los muchos más que están siendo explorados en busca de una reconstrucción histórica amplia de la antigüedad mexicana.

Sin embargo, el mexicano promedio (y también el turista extranjero) que visita sus zonas arqueológicas las contempla con un asombro religioso. Trata de sentir algún tipo de conexión íntima con esas piedras talladas y esos monumentos llenos de grandeza. Algunos han intentado recrear la religiosidad nahua recogida en las crónicas misionales, incorporando expresiones espirituales de otras latitudes y otras tradiciones con infatigable espíritu mestizo. Danzantes concheros, curanderos y maestros del espíritu que tratan de regenerar una mexicanidad perdida.

Tenemos una sed de tradición que no podemos saciar. Queremos restablecer el vínculo roto con un pasado que nos constituye, ¿cómo lograrlo?

La respuesta está en el mandato de Alfonso Caso: Somos El pueblo del sol. Nacimos de su generosa luminosidad, y hemos recibido todos sus dones con la consigna de venerarlo y respetarlo.

La herencia culinaria de nuestro pasado indígena se compone de técnicas arcaicas para cocinar que están vivas. Aún podemos ver metates para moler la masa de maíz y los chiles, aunque hoy día existan los molinos mecánicos para el nixtamal y para los moles. Las mejores salsas se siguen molcajeteando en rupestres morteros de piedra y se siguen utilizando hojas de maíz y de plátano para los tamales cocidos a vapor, amarrados pacientemente a mano por familias y comunidades. Utilizando un simple tambo tamalero al que se le inserta una moneda para saber que sigue conservando agua en su interior; al igual que la tortilladora de fierro colado, son unas de las pocas de expresiones premodernas de tecnología culinaria para los platillos de la tradición.

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La cocina mexicana tiene vínculos estrechos con el pasado y por eso no deja de asombrar el uso del metate aún en nuestra época. // Foto: Especial.

¿Cómo podemos referirnos nuevamente a nosotros como El pueblo del sol? ¿De donde rescatar los gestos rituales para ofrendar a nuestra fuente de vida? ¿En qué confiar y a qué temer? Es a través de una tradición culinaria que se expresa en La cocina del pueblo del sol. Que demanda el sacrifico de toda nuestra comunidad para utilizar nuestras manos y transformar los ingredientes de nuestra bendita tierra en los sagrados alimentos.

¿Cómo preservar el intangible de ese ritual culinario en el mundo moderno?

Compartiendo en nuestra comunidad La cocina del pueblo del sol, en cada una de nuestras fechas del significado, como el día de muertos, la rosca de reyes, los tamales de la candelaria, los banquetes de la santa cruz y la levantada de las cosechas con san Miguelito.

Invitando a la humanidad a hacer suya esta forma de vivir la alimentación como algo sagrado. En esto tenemos un deber, pues hemos sido bendecidos con la vida por nuestro padre el sol. Cedo la palabra a Delfino Hernández, poeta nahua:

«Es verdad, no podemos sustraernos a la vida moderna con su tecnología sorprendente, pero también recordemos que no somos una generación espontánea; tenemos un pasado glorioso, de siglos. Y nosotros, como eslabón de vanguardia somos historia viviente, con la obligación de mantener vivo nuestro destino, y desgraciados nosotros si por negligencia fenece en nuestras manos el orgullo de nuestros antepasados… No somos un México sin raíces. Porque ningún pueblo carece de Historia.»
 
PUEBLO DEL SOL