drag_handle

¿Puede convertirnos la comida en mejores personas?

Por Animal Gourmet

No todos los platos que probemos van a proporcionarnos el mismo grado de bienestar, con independencia del buen sabor que tengan o lo bien cocinados que estén. Ya en la década de 1980, el Instituto Tecnológico de Masachusets (MIT) advirtió que determinados nutrientes afectaban directamente al proceso de pensar y sentir. Es decir, que hay alimentos que estimulan más determinados neurotransmisores que otros.

Por ejemplo, existen componentes en carnes, lácteos, frutas y verduras que estimulan la producción de serotonina y endorfinas, según investigaciones de Peter J. Rogers, del Departamento de Psicología Experimental de la Universidad de Bristol. Por otro lado, según investigadores de la Universidad de Warwick y el Dartmouth College, es importante consumir porciones pequeñas de frutas y verduras a lo largo del día para mantener el bienestar físico y mental.

Además, tras los excesos calóricos (como los de las fiestas navideñas), también resulta necesario regresar a una dieta equilibrada a fin de extraer el máximo bienestar de nuestras comidas.

Porque comer no solo consiste en alimentarse u obtener placer inmediato, sino que también pasa por hackear convenientemente nuestro cerebro. A fin de cuentas, los alimentos son en parte como las drogas, y su uso y abuso tienen efectos similares en nuestro cuerpo. Por ejemplo, las patatas fritas han sido comparadas con la marihuana por su poder de adicción, según un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences que ha sido llevado a cabo por investigadores del Instituto Italiano de Tecnología de Génova en colaboración con la Universidad de California en Irvine. Y un equipo de investigadores del Centro Médico de la Universidad de Duke y de la Universidad de Melbourne ha constatado que las drogas adictivas como la cocaína o la heroína activan las mismas células nerviosas y conexiones cerebrales que la sal que usamos para cocinar.

De hecho, muchos alimentos que consumimos actualmente, antaño fueron medicamentos. La Coca-Cola, por ejemplo, fue creada a finales del siglo XIX por un farmacéutico para tratar el dolor de cabeza, la impotencia y la dispepsia. Otro refresco popular, el 7-UP, se usaba a principios del siglo XX como soda para aliviar la resaca. También el creador de Pepsi, Caleb Bradham, consideraba que su bebida mejoraría la digestión porque contenía pepsina, una enzima digestiva. La quinina que contiene la tónica se usaba en el Reino Unido contra la malaria, pero finalmente le añadieron ginebra para que su sabor fuera más agradable, y así nació el Gin-tonic. No en vano, Hipócrates, el padre de la medicina moderna, ya declaró en una ocasión: «Que tu alimento sea tu medicina y tu medicina sea tu alimento».

chips-464212_640

Un plátano y almendras, buen rollo garantizado

A menudo pensamos en un cigarrillo de marihuana como epítome del buen rollo. Pero hay alimentos que pueden conseguir efectos nada despreciables en el mismo sentido. Según el investigador español Miguel Ángel Almodóvar, autor del libro Mood Food, la forma más efectiva de alejar la negatividad es con un plátano y un puñado de almendras. También el aguacate, los garbanzos o las sardinas contribuyen a que nos sintamos de mejor humor.

Es decir, alimentos en los que encontremos triptófano, la teobromina (solo presente en el chocolate negro y el guaraná), la fenilanina, la tirosina, las vitaminas del grupo B, la vitamina C, los hidratos de carbono o los ácidos grasos omega-3.

Los ácidos grados omega-3 son uno de los nutrientes esenciales para las neuronas. Están presentes en el salmón, y también en algunas verduras, en las nueces y en los kiwis. Su consumo ayuda a mejorar la memoria y el proceso de aprendizaje, y potencia la plasticidad cerebral. El cerebro representa entre 2 y 3% del peso corporal, y requiere los nutrientes de 20% de los alimentos que ingerimos, según explica el psiquiatra y profesor de la Universidad de Columbia Drew Ramsey en su libro La dieta de la felicidad.

Se liberan endorfinas al tomar alimentos picantes, debido a la acción de la capsaicina. Se experimenta mayor placer y desinhibición con el consumo de alimentos ricos en yodo, como el marisco, el bacalao, la caballa, el ajo, el salvado de avena, las avellanas o las fresas. Se estimula el estado de ánimo con las espinacas, o la piña.

En Japón ya se lanzó en 2005 el primer producto envasado como mood food, un chocolate enriquecido con gamma-aminobutírico (GABA), un aminoácido que promete reducir la ansiedad. El chocolate, por sí mismo, ya contiene flavonoides, que son los responsables de favorecer la regulación de la presión arterial.

Por el contrario, una dieta en la que se detecte un déficit de vitamina B (cítricos, verduras, cereales) puede desembocar en un estado de ánimo menos enérgico. Los bajos niveles de zinc también se relacionan con trastornos en el estado de ánimo, por ello también son recomendables los alimentos ricos en zinc como la leche o las nueces.

almond-21502_640

Los límites del mood food

A pesar de que empiezan a conocerse los beneficios en nuestro estado de ánimo de determinados alimentos, el mood food aún dista de ser una disciplina rigurosa. Se han establecido algunas directrices, pero se ignoran muchos detalles a escala micro. La relación entre los alimentos y el estado de ánimo en los individuos es complejo y depende «de la hora del día, la composición y el tipo de macronutrientes de los alimentos, la cantidad de comida consumida, y la edad y la historia dietética del sujeto», como señala este estudio.

Un buen ejemplo de la ambivalencia de algunos efectos de la comida puede observarse en otro estudio publicado en Journal of psychiatric research. En él, 184 adultos consumieron una comida rica en proteínas o rica en carbohidratos. Después de dos horas, se evaluaron su estado de ánimo y el rendimiento. Los efectos de la comida fueron diferentes para las mujeres y los hombres, y para que los participantes más jóvenes y mayores. Por ejemplo, las mujeres reportaron mayor somnolencia después de comer hidratos de carbono mientras que los varones reportaron mayor tranquilidad. Además, los participantes de 40 años o mayores mostraron deficiencias en una prueba de atención selectiva sostenida después de un almuerzo de carbohidratos.

En otros casos, los alimentos poseen bajas concentraciones de muchas de las sustancias que influyen de forma destacada en nuestro estado anímico. El caso del chocolate, el más repetido en los medios de comunicación, si bien es cierto que contiene sustancias que mejoran el estado de ánimo, se hallan en concentraciones mínimas. Para detectarse clínicamente un efecto antidepresivo hay que consumir de 2 a 3 gramos de feniletilamina, pero una barra de chocolate de 50 gramos contiene solo un tercio de miligramo (y no es muy buena idea a nivel nutricional ingerir tanto chocolate como para alcanzar los niveles mínimos de feniletilamina).

Por si esto fuera poco, nuestra relación con los alimentos se parece al pez que se muerde la cola: por mucho que los alimentos pueden afectar nuestro estado de ánimo, nuestro estado de ánimo también puede afectar a nuestra selección de alimentos. El ejemplo más obvio es que las personas comen alimentos menos saludables cuando están tristes, tal y como refiere este estudio de Susan Lang. (2007).

Finalmente, para acabar de complicarlo todo, la situación en que se consume la comida y nuestra experiencia pasada con determinados alimentos también afecta nuestra respuesta emocional. Por ejemplo, una persona que piensa que beber una taza de café aumentará el estado de alerta se puede sentir más alerta, incluso después de tomar café descafeinado. El poder del placebo también puede propiciar que el chocolate nos haga sentir más felices, aunque en realidad no estemos ingiriendo las sustancias que producen esos efectos.

Así que podemos seguir dietas en función de lo que producen en nuestro estado de ánimo. Podemos leer libros de mood food. Sin embargo, al final siempre deberemos tener clara una cosa: el poder de los alimentos es incomensurable, pero aún no dominamos completamente sus efectos. Y si eso os resulta demasiado descorazonador, siempre podéis darle un bocado a una tableta de chocolate (aunque sea placebo).

Imágenes | Shutterstock, Pixabay