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¿Una Denominación de Origen de vino mexicano?

Por Mariana Toledano

La Denominación de Origen (DO) es un certificado legal de carácter internacional que protege y regula la tipicidad y calidad de un producto alimenticio o artesanal. Las DO no se inventan, simplemente se reconoce de manera legal algo que ya existe. En el caso de los vinos con DO, ésta se indica en la etiqueta de aquellos producidos en países del “viejo mundo”.

Para reconocer una DO de vinos se establecen principios básicos tales como delimitación geográfica, variedades de uvas autorizadas, normas de cultivo recolección de uva, lineamientos de vinificación y crianza –añejamiento en barrica y botella-, y requisitos de comercialización entre otros.

Recientemente y en diversos foros se ha hablado sobre la conveniencia de crear una DO para vino mexicano, especialmente en Baja California, lo que traería según quienes apoyan esta iniciativa grandes beneficios al sector vitivinícola y certeza de garantía para los consumidores.

Desde hace años he apoyado la difusión y consumo de vino mexicano porque estoy convencido de los beneficios que tiene para el sector económico. Sin embargo considero México no está listo aún para tener una DO de vino.

Como expuse con antelación, una DO se crea reconociendo tipicidad y prestigio que ha llevado a muchos países siglos construir. En México se produce vino de calidad desde 1988, ¿creen ustedes que este tiempo es suficiente para la creación de una DO?

Como productores del “nuevo mundo”, las bodegas mexicanas tienen la libertad de elaborar sus vinos de acuerdo con las uvas que estimen más convenientes para producir vinos con un estilo propio pero no regional, el cual se adquiere a lo largo de muchos años de producir vinos con estilos similares, tal y como ocurre en Rioja, Champagne, Jerez o Barolo, por citar algunos ejemplos notables.

Por otra parte, la superficie de viñedos plantados en Baja California —que produce cerca del 90% del vino mexicano—, es muy limitada y no existe una tipicidad que la identifique aún. Además como mencioné en anteriores columnas, todo el vino mexicano producido no satisface la demanda interna, por lo que sería deseable que la producción nacional se incremente, pero para ello es fundamental aumentar las zonas de plantación de viñedos.

Sin embargo los esfuerzos del sector privado no han sido suficientes porque se necesitan estímulos por parte de los tres niveles de gobierno, así como una estrategia de inversión y comercialización en conjunto de parte de los productores para darse a conocer a un mercado potencial de diez millones de personas, que reitero, no ha sido atendido por las bodegas mexicanas.

No puedo dejar de recordar que durante años he presenciado un desencuentro entre pequeños y grandes productores de vino mexicano, que frena gravemente al sector al acentuar la débil posición del país dentro de los principales mercados internacionales. Contamos con un potencial de producción y consumo que exige de los protagonistas hacer a un lado las diferencias e identificar las soluciones conjuntas que fortalezcan el vino nacional como marca, antes de estar buscando la creación de una DO que por ahora no es necesaria para posicionar a México como productor de vino.

Como consumidores, no necesitamos por ahora una DO mexicana, sino vino calidad a precios que compitan con vinos chilenos o españoles. Tenemos buen vino, sólo falta que creamos en él. Por eso cuando piensen en vino decidan por México. ¡Salud!