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Conoce al hombre '100 por ciento sustentable'

Por Sarah del Moral

Utiliza calcetines de segunda mano y lleva sus propios vegetales orgánicos a los restaurantes en un país donde la consciencia ambiental sigue siendo algo extraño

“Detente… ¡no mastiques!”, gritó un aterrado Yao Jizhong, pero ya era demasiado tarde. Ya me había comido el nugget tostado que me había dado cuando entré a su cuartel general en Xingshou, a 20 kilómetros del final de la línea norte del metro en Beijing. Separé lentamente mis dientes; por suerte la sustancia densa que amenazaba con pegarlos para siempre abandonó mis encías.

“Se supone que solo lo tragas”, dijo Yao entre risas mientras buscaba sangre con mi lengua.

Después de que confirmara que no había perdido mis dientes, comencé a disfrutar del sabor ácido sutil que Yao llamaba “dulce de la felicidad”: una golosina hecha a base de malta azucarada que tenía almacenada en frascos por toda la habitación, que por cierto estaba decorada con pinturas de escenas rurales. “Todos los cuadros son rescates, las acepté de gente que no las quería”, dijo Yao.

Yao Jizhong.

Esa declaración —junto con la frase “Salva a los árboles y ellos nos salvarán” estampada en la playera de Yao— ayudó a reafirmar la etiqueta “El hombre 100 por ciento autosustentable”, dada al hombre de 37 años por la revista That’s Beijing del año pasado.

Nacido en una granja familiar ubicada en la provincia de Anhui, Yao leyó un artículo a finales de los 90 sobre la preocupante desertificación en China: el proceso que ocurre cuando la tierra se vuelve árida y pierde la vida animal y vegetal afectada por el cambio climático y la explotación del subsuelo. Estudiando el tema algo cambió en su forma de pensar, para 2001 visitó Mongolia para hacer trabajo voluntario y resolver este conflicto.

Regresó a Anhui como un hombre nuevo. “‘Entendí’ el concepto de protección ambiental. Decidí que no usaría químicos, fertilizantes, pesticidas o productos que dañaran el medio ambiente”.

El “dulce de la felicidad”, hecho con azúcar de Anhui.

En 2008 Yao se mudó a Beijing, para trabajar en una granja orgánica y hacer todo lo posible por reducir sus niveles de consumo. No conducía autos. Utilizaba ropa usada, incluso calcetines de segunda mano. Rechazaba la comida procesada hasta el punto de llevar sus propios ingredientes a los restaurantes mientras sus amigos disfrutaban platillos comprados. Y, al trabajar en la granja, mejoró sus habilidades culinarias que aprendió en Anhui.

“La comida siempre ha sido mi pasión”, dijo. “Siempre quise aprender a cocinar cosas distintas; a veces interrumpía las conversaciones en el tren solo porque alguien estaba hablando de la comida local”.

Yao abandonó la granja y tomó su propio camino, instalando una cocina modesta y viviendo en el área de Xingshou: una zona agradable, con áreas verdes y campos fértiles. Ahí, canalizó su afición por la sustentabilidad hacia preparar platillos y bebidas que vende en los mercados y a través de WeChat, el Whatsapp chino.

Después de un vaso de vino de arroz sin alcohol, Yao me ofrece un pastel consistente de almendras, sésamo negro, arroz amarillo y el “dulce de la felicidad” que bloqueó mi boca hace un momento. Sabe genial. Otra versión con chícharos es igual de rica; se venden muy bien, según Yao.

Yao vende pasteles de almendras, sésamo negro y arroz amarillo.

Pero, ¿por qué su comida es “autosustentable”? Para ser honestos, no ha sido una etiqueta que Yao utilice; su objetivo es crear alimentos buenos que tengan un impacto negativo muy pequeño sobre el ambiente. “Sobre todo compro ingredientes en granjas orgánicas y eco-amigables”, dijo. “Nunca utilizo detergentes o productos químicos en el proceso de cocinado, preparación o lavado. La única parte que daña el ambiente es la entrega por el uso de motocicletas”.

Yao dijo que prepara y cocina “99 por ciento” de sus propios alimentos, la decisión tiene tanto que ver con su aparato digestivo sensible como con el deseo de reducir sus niveles de consumo. “La comida de afuera me hace daño”, explicó. “Una vez me comí una pizza ‘orgánica’ en la ciudad y me enfermé del estómago, los dientes y la cabeza me dolieron por una semana. Regresé al restaurante y dije’¡Cómo se atreven a llamarse orgánicos!'” También participa en clases de cocina, difundiendo su mensaje para reducir el consumo.

Es un ciclo virtuoso que claramente alegra a Yao; no deja de sonreír todo el día. Pero, ¿cree que la responsabilidad de proteger el ambiente en China —donde la economía creciente ha provocado el surgimiento de empresas contaminantes y que operan en la zona agrícola— es de las industrias? El gobierno chino acaba de reforzar las leyes ambientales y el implemento de esta mentalidad, en lugar de enfocarse en el comportamiento del público.

Un vaso de vino de arroz sin alcohol.

“¡Es nuestro consumo el que determina la producción!”, exclamó Yao. “Nuestro dinero decide; nuestros estilos de vida determinan nuestro medio ambiente. Debemos apoyar los productos que provienen de fabricantes amigables con el medio ambiente”.

Yao podría llevar las cosas más lejos que la mayoría, pero no está solo. “Solía ser difícil encontrar personas con esta forma de pensar, pero ahora más y más jóvenes están involucrándose”, dijo. “El poder civil ha despertado. Hay muchas madres en las ciudades vecinas que organizan campañas para reducir el uso de plástico, ahorrar agua y reciclar”.

Yao derrite el azúcar para otro lote de “dulces de la alegría”

Tiene razón, las escuelas chinas han estado esforzándose por educar a los niños sobre asuntos ambientales, y el presidente Xi Jinping ha emitido constantes declaraciones para aumentar la consciencia sobre la importancia de ser ecologistas. Existe la esperanza de que la reputación de China como un enorme contaminante desaparezca. “Sí, China ha comenzado a prestar atención”, dijo Yao. “Pero requiere tiempo que el gobierno implemente las nuevas ideas”.

Mientras tanto, Yao es feliz compartiendo su mensaje anticonsumo, un platillo a la vez. Me fui cuando estaba derritiendo un bloque de azúcar Anhui, listo para hacer más “dulce de la felicidad”. Hay un hombre que no sentirá culpa cuando la última capa de hielo glacial se derrita y todos estemos sumergidos bajo el agua.

“Nuestro dinero decide; nuestros estilos de vida determinan nuestro medio ambiente”, dijo Yao. “Debemos apoyar los productos que provienen de fabricantes amigables con el medio ambiente”