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Cenar en completa oscuridad: una velada para aprender sobre discapacidad visual

Por Eréndira Aquino (@ErendiraAquinoA)

Cuando se pierde la vista, el resto de los sentidos se agudizan en un esfuerzo por imaginar el entorno.

Cuando no puedes ver lo que comes sucede lo mismo: el olfato, el tacto, el oído y el gusto se vuelven más perceptivos y cada sabor es un misterio.

Así es como se viven las cenas en la oscuridad organizadas por la asociación Ojos que sienten, la cual busca sensibilizar a las personas sobre la discapacidad visual.

Con los ojos cerrados y formados en una fila, ingresamos a un sitio en el que da lo mismo mantener los ojos abiertos o cerrados porque lo único que impera es una oscuridad absoluta.

Héctor, un joven con discapacidad visual, nos recibe en la entrada y se presenta como nuestro guía. Luego nos acompaña hasta la mesa y nos coloca la mano sobre el respaldo de las sillas para ubicar nuestros lugares.

“Con cuidado, la mesa está servida”, dice, y haciendo referencia a las manecillas del reloj indica la ubicación de los cubiertos, las copas, el pan y el plato frente a nosotros.

A pesar del aviso, los accidentes son inevitables. Al jalar una servilleta, un líquido cae por mi pierna. Es una copa de agua. Basta con decir “ya tiré algo” para que Héctor rellene el recipiente y me dé un paño para limpiarme.

Aunque no nos conocemos, Lizbeth, mi acompañante, y yo comenzamos a conversar con quienes compartimos mesa.

Héctor nos pregunta si tenemos miedo. “Sí”, contestan mis tres compañeros de mesa. Yo no, al contrario, me siento relajada y emocionada por comenzar a probar la comida.

Frente a nosotros alguien pregunta si tenemos los ojos abiertos o cerrados y las respuestas varían.

Desde el principio me familiaricé con la oscuridad y pude mantener los ojos abiertos, parpadeando como de costumbre, aunque no para todos fue tan cómodo permanecer así.

Los tres comensales con los que compartí mesa cerraron los ojos por la ansiedad de querer ver algo en ese cuarto totalmente oscuro.

En el salón donde se lleva a cabo la cena somos unas 70 personas en mesas de cuatro, cinco, diez y hasta 20 personas. Todas hablan muy fuerte, probablemente porque no están seguros de qué tan cerca o lejos se encuentran de sus acompañantes.

A Lizbeth, mi acompañante, tener los ojos abiertos y no poder ver le provocó ansiedad.

“Me desespera no poder ver nada. Trato de enfocar la vista en algo, busco un pequeño punto de luz. Me duelen los ojos de forzarlos tanto”, dice apenas termina la cena.

“Saber que puedes ver porque cuentas con el sentido de la vista pero no poder usarlo da una sensación de impotencia”, explica Lizbeth.

Por un momento sintió que no soportaría estar así toda la cena; pensó que tendría que pedirle a Héctor que la ayudara a salir.

Hasta que nuestro guía explicó cómo estaba acomodada la mesa, Lizbeth se concentró en imaginarla y dejó de angustiarse por no ver.

Comer a oscuras

El primer plato está servido desde que nos sentamos. Es una ensalada de lechugas, queso mozzarella y un aderezo suave en una presentación que solo podemos adivinar al tacto, ya sea pinchando con el tenedor o, para los más atrevidos, directamente con la mano.

Ahora llega el segundo plato. “¿Qué es?, ¿res o cerdo?”, “sabe como a carne adobada”, “¿encontraron las bolitas de masa?”, discutimos entre los que compartimos mesa.

Al cabo de unos bocados concluimos que se trata de un guiso de cerdo en adobo adornado con bolas de masa fritas.

Finalmente llega el postre, un plato con tres presentaciones distintas de chocolate. A continuación, un grupo de personas iluminan el espacio con veladoras. Al fin podemos conocernos.

La labor de Ojos que sienten

Esta cena organizada por la asociación civil Ojos que sienten tiene como objetivo acercar a la gente con el “no-ver” para sensibilizarla sobre el tema de la ceguera y la debilidad visual, discapacidad con la que viven los diez guías que acompañan a los comensales en esta experiencia.

De acuerdo con José Miguel Pacheco, miembro de la asociación desde 2006, desde que Ojos que sienten comenzó con el proyecto de dar talleres de fotografía para ciegos se han capacitado personal y profesionalmente a más de 370 personas con discapacidad visual, han llevado las fotos sensoriales a más de 13 exposiciones y muestras a nivel nacional e internacional y han organizado más de 200 cenas en la oscuridad.

Héctor, nuestro guía, cuenta que perdió la vista hace seis años y que en Ojos que sienten encontró apoyo de capacitación profesional y su pasión como fotógrafo y corredor de maratones.

Al igual que Héctor, otras personas con discapacidad visual que se han entrenado con Ojos que sienten son contratadas para brindar servicios de acompañamiento en cenas y algunos de ellos ya comenzaron a tomar cursos de profesionalización como sommeliers.

¿Te interesa vivir la experiencia?

El costo de estas cenas es de 1,300 pesos. El dinero recabado está destinado a continuar con las capacitaciones, talleres de sensibilización y de fotografía para personas con discapacidad visual.

Además de realizar cenas abiertas para el público, anunciadas por Ojos que sienten a través de redes sociales, las personas interesadas en replicar la experiencia de una cena a oscuras pueden solicitar la realización de eventos privados, para lo cual se requiere únicamente contar con un espacio que pueda oscurecerse completamente.

¿Te interesa experimentar una cena a oscuras? La próxima que ofrecerá Ojos que sienten será el 15 de marzo en el Hotel Presidente Intercontinental, ubicado en avenida Campos Elíseos 218, colonia Polanco.

Reserva tu lugar y conoce el trabajo que realiza la asociación a través de su sitio web, y sigue de cerca las actividades que ofrece en su página de Facebook.