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La bomba chilanga: la concha con chilaquiles es una explosión de placer

Por Pável Gaona// Munchies en español

“Si las conchas y los chilaquiles son deliciosos por separado, ¿qué podría salir mal si los juntamos?”, me dice Sayana mientras se ríe. Ella y Juan son las cabezas creativas que dieron vida a uno de los inventos más polémicos que en las últimas fechas se han aparecido por las redes sociales: La bomba chilanga. ¿En qué consiste este artefacto de sabor explosivo? Se trata de una concha dulce rellena de chilaquiles mixtos, es decir, con una combinación de salsa verde y roja.

Si bien este alimento parece obedecer a la tendencia chilanga (como se le dice a los oriundos de la Ciudad de México) de poner cualquier alimento dentro de un pan, en realidad la bomba no es en absoluto un invento de la capital mexicana. Este plato es originario de Veracruz, del Café La Parroquia, para ser precisos. Haciendo honor a su origen jarocho, Juan decidió que traería un pedazo de su tierra a la Ciudad de México. Y decidió hacerlo de la mano de la que hoy él considera su hermana, aliada y compañera de aventuras: Sayana. Siendo ambos gastrónomos, comenzaron a experimentar con sabores, partiendo de la bomba tradicional (frijoles y queso) pero dándole un twist único que los está consagrando como uno de los lugares consentidos de la colonia San Rafael. Después de probar con varios nombres con inspiración jarocha como “Dulce Veracruz” o “La Jarochería”, decidieron quedarse con el más juguetón: Asu’Mecha.

“Así como probamos con nombres también probamos diferentes sabores y combinaciones, aunque muchos se quedaron en el tendedero. En la carta, por ejemplo, tenemos volovanes, que también son muy socorridos para la hora del monchis en Veracruz. Esos, para que veas, algunos sí vienen rellenos de embutidos. Pero a la hora de las pruebas algo no terminó de cuajar en las bombas y decidimos que esas iban a ir sin embutidos. Porque nuestros clientes deben saber que todos los sabores han sido probados, ya sea por nosotros o por nuestros amigos y familiares, que han fungido como conejillos de indias. Todo lo que está en nuestra carta ha sido probado primero. Si ya está a la venta es porque ha pasado antes por la prueba de varios paladares”, comenta Sayana.

Y hablando de probar, como buen gordo experimentado que soy, no podía quedarme con las ganas de hincarle el diente a estas curiosidades culinarias. La primera que probé fue la Bomba chilanga, o sea la de chilaquiles. Luego vinieron la Bomburguesa (carne de hamburguesa y queso), el Bombazo (concha con frijoles y chorizo) y la Bombole (bomba de mole). He de decir que la ganadora en mi paladar definitivamente fue la chilanga, con mención honorífica para el Bombazo. El sabor de ninguna de ellas me pareció extraño o desagradable. “¿Por qué iba a saber raro? Al desayunar casi siempre empujamos los chilaquiles con un buen pedazo de bolillo. La diferencia es que este es pan dulce, pero realmente no es algo que choque, más bien se complementa”, acota Sayana.

Luego de probar esas cuatro explosiones de sabor, llegó a la mesa el final feliz: las bombas dulces. No había cómo decirles que no; me presentaron cuatro y las cuatro me las comí. Comencé con la bomba de galleta María, bañada en lechera. Me seguí con la de helado (helado hecho por las manitas de Juan, por cierto), la de malvavisco y la más vistosa de todas: la unicornio. “La unicornio es de las que más piden, pero es que es mucho show: es muy brillante”, explica Juan. Y si bien no es mala —porque no lo es en absoluto— mi favorita fue la de malvaviscos. Los bomboncitos asados y a medio derretir son una viaje en el tiempo a la infancia.