drag_handle

El vino sagrado de la Conquista

Por Animal Gourmet

Como bien sabemos, la liturgia cristiana necesita del vino para poder oficiar la misa. El elixir de uva fermentada se transforma en la sangre de Cristo; así que para poder evangelizar a la población indígena en México, los españoles necesitaron tener vino.

El trigo y el vino importados desde España comenzaban a ser insuficientes para compartir con la nueva feligresía el cuerpo y la sangre de Cristo, por lo que los frailes de todas las órdenes evangelizadoras no cejaron en su intento por lograr cultivarlos en la Nueva España.

La monarquía española entendió la importancia de ese auge agrícola, pues a pesar de las epidemias, la población de la Nueva España crecía. Y toda ella profesaba la religión católica. Los franciscanos contaban para ese entonces con bautizos colectivos a los que acudía tanta gente que debían utilizar un hisopo para mojar con agua bendita decenas de cabezas a la vez.

Así que los frailes realizaron su labor evangelizadora no sólo con el catecismo y los rituales propios de su religión católica, sino dotando a las poblaciones de un programa social, económico y cultural muy importante. Se ocuparon de fomentar actividades económicas cuyos frutos permitieran construir el universo simbólico del cristianismo.

Las vides se sembraron en muchas tierras de los pueblos de evangelización.

Los ciclos agrícolas se comenzaron a planificar por los frailes acorde al calendario europeo, pues este también era un pilar del universo crístico: en cada una de las estaciones del año, justo en el mes mediero, el zodiaco representaba a uno de los cuatro evangelistas.

Lucas era la primavera, cuando el toro representa con su fuerza, la simiente y el trabajo en la tierra que rendirá el fruto de una buena cosecha.

El verano era del signo del león, reino del sol en esplendor, luminoso como Marcos y su evangelio.

En el otoño, que era el período de la cosecha y de la fiesta de los fieles difuntos, el evangelio según san Mateo enseñaba el misterio profundo de la vida y la religión. Finalmente en el invierno, bajo el signo de Acuario simbolizado por el ángel alado en la mística cristiana, era el turno de Juan evangelista cuyo evangelio apocalíptico presagiaba una era de sufrimiento humano, aliviado mediante la fe y en la confianza en el juicio final de Dios hacia todos los mortales.

Los frailes se dieron entonces a la tarea de predicar la palabra divina y de enseñar a labrar los campos de su nuevo paraíso utópico al lado de los indios, pues ellos eran herederos de una larga tradición vinícola en toda Europa, y sabían cómo restituir el conocimiento destruido por el virrey Mendoza.

Los monasterios de Francia, de España, de Italia y de Alemania eran famosos por sus buenos vinos y muchos de los frailes que llegaron a México, habían realizado pequeñas estancias en estos importantes conventos productivos.

En las grandes bibliotecas de sus fortalezas espirituales, los monjes europeos transcribían desde hace siglos todo el conocimiento de la agricultura. Desde las obras de autores romanos, como el famoso Columela, hasta los tratados en árabe que habían adquirido en secreto y cautela en las ciudades del antiguo Califato cordobés muchos años atrás.

Entre las tres Órdenes que llegaron a México en esa primera etapa, los frailes agustinos tenían una gran reputación como labradores. Las tierras aledañas a sus fundaciones conventuales se convirtieron muy pronto en viñedos y huertas labrados por indígenas.

Como hombres del Renacimiento, los frailes recurrieron a la sabiduría clásica para despejar las incógnitas que el suelo y el temporal americano les presentaba. El libro de Columela, célebre en la Malaca romana, fue utilizado como referente para lograr mejores cosechas de los cultivos europeos. También utilizaron el Tratado de agricultura general de Herrera, que ya había dado resultados en los viñedos del Marqués del Valle en Cuernavaca.

Pero no consiguieron un éxito sostenido, pues el conocimiento europeo no estaba basado en la observación de la latitud cercana a los trópicos de México. Los indígenas observaban la desesperación de muchos frailes que no veían compensados sus esfuerzos por cultivar los viñedos. A pesar de encomendarse al poder superior de Dios y de sus santos, el resultado terminaba siendo mediocre.

Fue entonces que los viejos sabios del mundo indígena vieron la oportunidad de establecer un diálogo con los frailes, que les ayudara a preservar muchos de sus valores culturales y su conocimiento ancestral de los ciclos del universo y su influencia en las latitudes terrestres del Anahuac.

Así, el vino sagrado de estos frailes viñeros fue fruto no sólo de la tradición europea sino de su estudio del conocimiento ancestral de México. Y el resultado fue la mística comunión con las fuerzas sagradas del universo.

vinosarado