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La comida favorita de los grandes novelistas

Por Animal Gourmet

¿Qué hace falta para ser un buen escritor? Sin duda alguna, talento. Pero también es necesario tener el estómago lleno para pensar con claridad y escribir sin distracciones y quizá hasta para inspirarse.

Otro elemento indispensable para escribir es la disciplina, cualidad que los escritores famosos trasladaban a sus hábitos alimenticios y que muchos de ellos transformaban en un ritual.

En una ocasión les presentamos una serie fotográfica en la que se muestra la comida reflejada en algunos clásicos de la literatura pero ahora le damos la vuelta a las tortitllas y te presentamos lo que algunos afamados autores comían y bebían durante sus jornadas de escritura.

Para dar vida al detective belga Hércules Poirot, la autora de novelas policiacas Agatha Christie, imaginaba crímenes y asesinatos comiendo manzanas mientras tomaba largos baños en una tina. Otro autor frugal era el checo Franz Kafka, autor de La metamorfosis, quien acompañaba sus periodos de escritura con un vaso de leche.

Más cuidadoso de su dieta, quizá hasta vanidoso, era el poeta inglés Lord Byron a quién se le reconoce por la creación del arquetipo del antihéroe —que inspiró a muchos personajes de la literatura, cine y cómics—. Él cuidaba obsesivamente de su peso y para engañar al estómago sin comer, ingería cucharadas de vinagre. Por el contrario, el poeta estadounidense Walt Whitman, famoso por su poema Hojas de hierba, no podía escribir sin antes comer una generosa cantidad de carne y ostiones durante el desayuno.

A veces el proceso creativo bloquea todas las señales que el estómago envía y los escritores se olvidan de comer. Tal era el caso del autor de Las uvas de la ira, John Steinbeck, quien al final del día tomaba café frío por dedicarse a la escritura.

En ocasiones, para darle rienda suelta al proceso creativo hace falta una taza de café, o dos, o tres, o ¡hasta 50! Se dice que el novelista francés Honoré de Balzac consumía hasta 50 tazas de café al día y a veces comía granos de café. Sin duda el retrato exhaustivo que hizo de la sociedad francesa de su época en su serie de novelas La comedia humana merecía muchos sorbos más. Y como la bebida no era suficiente, con la misma rigurosidad cenaba a las 6 de la tarde en punto. A diario.

Balzac influyó tanto en el también francés Marcel Proust, autor de En busca del tiempo perdido —quizá recuerden la famosa magdalena con té que desata la memoria del protagonista—, que también ingería grandes cantidades de café.

Fiel a su formación periodística, el escritor estadounidense Truman Capote, autor de A sangre fría una novela —documentada con entrevistas y trabajo periodístico y que posteriormente acuñaría el término de “periodismo literario”— acompañaba sus jornadas de escritora con cigarros y un café negro, el cual sustituía por alguna bebida alcohólica por la tarde.

Kurt Vonnegut —también de escuela periodística— bebía a diario, y siempre a las 5:30 de la tarde, un vaso de whiskey con agua. Así daba liberaba la mente para escribir obras como Matadero cinco o El desayuno de los campeones.

Nombres, novelas, alimentos y bebidas faltan en esta lista. Uno de ellos es Manuel Vázquez Montalbán, quien lo mismo escribió poesía, novelas policiacas, reportajes, crónicas deportivas y libros sobre gastronomía pero él merece un capítulo completo. ¿Alguno que se nos haya pasado?

Con información de Manteletas Lee.