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El juicio de París o cómo los vinos franceses perdieron la hegemonía

Ante la pregunta “¿cuál es el mejor vino?” sólo existe una respuesta correcta: el que a uno le gusta. Y punto.

Esta idea puede espeluznar a más de un sommelier por lo que podríamos recomendar que para descubrir lo que uno prefiere debe de probar de todos los vinos y conocer desde las regiones, uvas, formas de elaborar y criar el vino… hasta perfilar nuestra preferencia con conocimiento de causa. Eso es finalmente lo que hace un buen catador.

Sin embargo este maravilloso mundo de aromas y sabores está rodeado del más puro esnobismo e ignorancia en el que los productores y comerciantes predisponen al cliente para ser favorable a sus propias marcas y etiquetas elaboradas en determinadas regiones.

Hace unas décadas, los banquetes de los presidentes de casi todo el mundo se servían acompañados de vinos franceses como el Môuton Rothschild 1889 —como el del banquete del centenario ofrecido por Porfirio Díaz en 1910— o el tinto La Romanée le Roi y el Batard Montrachet que Díaz Ordaz ofreció durante una cena en 1967. El consenso era, hasta ese entonces, que el mejor vino del mundo sólo era el francés.

Sin embargo, el 24 de mayo de 1974 ocurrió algo muy peculiar en Francia: en una cata a ciegas convocada por una importante asociación de productores de vino, un comerciante decidió incluir vinos elaborados en el valle de Napa, en California. Contra todo pronóstico, el primer lugar de esta particular competencia —en la que ninguno de los expertos catadores tenía indicios o información sobre los vinos que evaluaban—, fue para el Château Montelena de Estados Unidos.

Con este suceso, conocido como “El juicio de París”, se rompió con el mito de que los vinos franceses siempre son superiores a los de otras latitudes, especialmente a aquellos del llamado Nuevo Mundo que abarca los caldos de Estados Unidos, México, Chile, Argentina o Australia.

Para conmemorar el asunto, la botella del Château Montelena que ganó la competición se exhibe hoy en el museo de la Casa Blanca y se filmó una divertida comedia llamada Bottle shock, en la que se cuentan las peripecias de los productores de Napa y su promotor europeo.

En el film podemos ver que gran parte del sabor de los vinos de California se debe a la sensibilidad y cultura de los mexicanos que trabajan ahí, ya que uno de los protagonistas es Gustavo Brambila, uno de los mejores winemakers de la región.

¿Cuántas veces escogemos algo por seguir una moda? ¿Cuántas veces el prejuicio y la opinión de otros marca lo que disfrutamos de la vida? Quizá muchas. De esta manera nos volvemos ajenos a nuestros gustos más profundos y auténticos.

Por ello, un experimento muy interesante para salir de las opiniones preconcebidas es catar a ciegas, sin saber cuál es la etiqueta de la botella, su uva, su región y desde luego el precio de la misma.

¿Quieren vivir la experiencia de una cata a ciegas? Los esperamos en la última sesión del festival “Los viñedos de película”, en el restaurante El Jolgorio Cibeles, donde cataremos a ciegas vinos blancos y tintos de calidad de Château Camou de Baja California, acompañados de una cena suculenta y deliciosa con risotto de jaiba al jengibre, una hamburguesa en focaccia de tomate y albahaca y un pastel de chocolate. Además de ver los mejores segmentos de la película Bottle shock. La cita es el jueves 2 de julio a las 12 y 20:00 horas. ¡Los esperamos!

BOTtLE SHOCK(2)