México guarda cientos de historias en sus calles, algunas muy contadas, otras olvidadas y cientos pendientes de ser narradas. Las más tristes guardadas en el colectivo imaginario de una generación de capitalinos que tras el terremoto de 1985, nunca fueron los mismos. Entre ellas, la desaparición de una de los establecimientos icónicos de la ciudad, el derrumbe del café Super Leche.
El Distrito Federal, ahora llamado Ciudad de México, no volvió a ser el mismo tras la mañana de ese 19 de septiembre de 1985. Un sismo de magnitud 8.2 con epicentro en Guerrero sacudió por completo la ciudad. A las 07:19 de la hora local, México viviría una de sus más grandes catástrofes.
El movimiento telúrico causaría un daño irreparable, que hasta la fecha arde en el sentir del chilango. Muchas historias de heroísmo y superación personal se vivirían en esos fatídicos días, pero ninguna de estas cubriría la desdicha que rodeaba a una generación.
Entre esas historias, está la de una cafetería popular, cuya pérdida ha dejado un profundo hueco en el corazón de muchos mexicanos. Un derrumbe que se llevó la vida de miles de mexicanos y la trascendencia de un icónico lugar.
Un edificio de cuatro pisos se alza entre San Juan de Letrán, el ahora eje central Lázaro Cárdenas. La mayoría, departamentos que pertenecen a una unidad habitacional y en el primer piso, con el #41, una de las cafeterías más conocidas del país. Un recinto muy popular, en donde cientos de trabajadores buscan consuelo que alivie sus estómagos en una ciudad aún dormida.
Café caliente y pan tradicional, el combustible de la fuerza laboral mexicana. La cafetería Súper Leche, un espacio cotidiano para los miles de mexicanos que asisten al centro de la ciudad. Víctor Manuel Fernández, su dueño, es el reflejo aspiracional de muchos mexicanos que buscan el sueño de dirigir y no ser mandados.
El establecimiento fue fundado en 1949 con el nombre de La Copa de Leche, años más tarde sería modificado a café Super Leche. Aquí se servían cafés estilo americano y capuchinos por la mañana, mientras que por la tarde funcionaba como un restaurante internacional con comida española principalmente.
Pocos lugares describen tan atinadamente la escena culinaria de la capital como el restaurante Súper Leche. Establecimientos familiares de tradición que ofrecían una gran variedad de productos clásicos y que de vez en cuando tenían que ampliar el menú con alguna novedad, para no quedarse atrás con la competencia.
“Mejor café, mejor pan, mejor leche, solo en Súper Leche”
El restaurante se posicionó a mediados de los 70’s e inicio de los 80’s como un enclave gastronómico que reflejaba los intereses de una generación. Pero fue en aquel fatídico septiembre, donde todo cambiaría.
El restaurante abría a las 7 de la mañana, los más de 80 trabajadores del café Súper Leche estaban en “camotiza”, pues las mañanas resultaban el horario más apremiante. Con una capacidad de 440 comensales, el restaurante se encontraba a medio llenar.
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Unos minutos más tarde, el edificio sería el centro de atención de las miradas aterrorizadas y expectantes de muchos mexicanos. Algunos salían de los escombros, mientras que muchos otros, tristemente se encontraban atrapados o peor aún, muertos.
El derrumbe del restaurante Súper Leche fue una de las noticias más escuchadas en los medios de comunicación. Uno de los testimonios obtenidos por el mítico y muy cuestionado periodista Jacobo Zavludosky es justamente al dueño de la cafetería, quien llegó al sitio unos minutos más tarde de lo sucedido.
JZ: ¿Cuál es nombre?
VF: Víctor Manuel Fernández
JZ: ¿Qué pasa señor por qué usted está tan agobiado?
VF: Aquí estaba mi negocio, era el restaurante Súper Leche.
JZ: ¿Usted es el dueño del restaurante Súper Leche?
VF: Sí señor. Sí señor. Sí señor.
JZ: ¿A qué hora abren el restaurante?
VF: A las 7:00 de la mañana.
JZ: ¿Quiere decir que a la hora del temblor ya estaba abierto?
VF: Ya señor. En el segundo piso vivía o vive mi madre. En el segundo piso vivía aquí mi madre y mi hermana. No sé señor. No me puedo decir nada licenciado.
JZ: Dos policías se hacen cargo del señor que era dueño de este restaurante cuyos familiares viven en este edificio totalmente destruído.
Seis empleados y nueve familiares del dueño Victor Manuel Fernández, fallecieron. Pero fue la particular historia de su sobrina Covadonga del Rocío Fernández de 11 años de edad, la que desató una serie de mitos y leyendas en torno a su desaparición.
Covadonga fue dada por muerta legalmente, sin embargo, hay evidencias de que fue rescatada, entregada a la Cruz Roja, pero nunca más se supo de ella.
Una historia más que envuelve con tristeza y misticismo unos de los momentos más grises de México. La desaparición de este lugar es un duro golpe a la nostalgia para una generación de mexicanos que guardan con anhelo aquellos momentos de alegría y felicidad vividos aquí. Recuerdos arrasados por la naturaleza y que quedan escondidos en el tiempo.
La trágica y triste historia del café Súper Leche vive hasta el día de hoy y eso se debe a la relevancia histórica que tuvo como un espacio gastronómico de gran valor para la ciudad. Un restaurante que forjó la identidad cultural de los capitalinos y que vivirá en su imaginario para siempre.