Cada 3 de noviembre celebramos el sándwich, ese “sencillo” invento, cuya simpleza lo hace, a la vez, algo genial. Este pequeño bocadillo surgió gracias a que el IV Conde de Sandwich pidió “algo práctico” para comer, porque no quería abandonar su partida de cartas, y transformó la forma de alimentarnos: dos piezas de pan, relleno creativo y un futuro de infinitas variaciones.
Hoy, más de dos siglos después, sigue siendo una opción tan versátil como querida. Hoy te cuento cuáles son los mejores sándwiches del mundo, según Taste Atlas, y dónde puedes probarlos en CDMX.

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Este plato de carne de Medio Oriente tiene su origen en el Imperio Otomano. Su nombre proviene de la pronunciación árabe de la palabra turca çevirme (literalmente, girar; giro), y se refiere al pincho giratorio en el que se cocina la carne.
El secreto de un shawarma perfecto es el marinado de la carne (cordero, pollo, pavo o res), ya que se cocina lentamente en un asador vertical para que sus propios jugos y grasa llenen de sabor este delicioso platillo. Una vez cocido se pone en pan o pita, con vegetales y salsas.

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¿Qué tienen en común esta sándwich vietnamita y Francia? Que ambos comparten un ingrediente principal: la baguette, la cual llegó a Vietnam durante la época colonial y, hoy en día, es uno de los pocos legados que perduran de aquel entonces.
Se rellana con carnes o tofu, paté o mayonesa, vegetales encurtidos, hierbas frescas. Lo que lo hace tan especial es esa textura crujiente del pan, la frescura del cilantro, la menta y el pepino, lo ácido de las verduras encurtidas, y esa mezcla franco-asiática tan interesante.

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Una variedad de döner kebab, pero con carne desmenuzada que se introduce en un pan plano con forma de bollo llamado pide ekmek. Qué lo hace especial: carne asada al estilo döner (vertical, tipo giratorio), pan tipo “tombik” (más mullido) que abraza al relleno, salsas y vegetales, composición contundente. La técnica de cocción, la textura del pan y la popularidad, tanto local como global, le dieron un muy merecido tercer lugar.

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Tradición en la gastronomía peruana que se hace con chicharrón o panceta de cerdo crujiente entre dos panes suaves. Sus orígenes se remontan a la fusión de técnicas culinarias indígenas con las tradiciones culinarias españolas durante la época colonial. Primero, el cerdo se hierve y luego se fríe hasta que queda crujiente por fuera y tierna por dentro. Se suele poner en un panecillo blanco y blando, de consistencia similar a una hogaza francesa o italiana.
Es una variante del bánh mì, que se prepara con diversos embutidos vietnamitas: rebanadas cerdo asado, panceta, jamón o salchicha, junto con pepino, mayonesa, zanahorias y daikon encurtidos, y paté de hígado, que se ponen dentro del pan bánh mì. Se acompaña de cilantro, pimienta negra y rodajas de chile. Son un platillo de desayuno o almuerzo básico para estudiantes y obreros, y se encuentra en puestos callejeros.
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