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El aspartame y los alimentos light

Por Érika Choperena

Uno de los rasgos que ha distinguido a la sociedad occidental, desde mediados del siglo XX y en lo que va de éste, es un culto desmedido por la apariencia física. La necesidad autoimpuesta de responder a cánones estéticos de extrema delgadez o hipertrofia muscular ha hecho que muchos recurran a dietas, a fatigosas rutinas de ejercicio y a productos light que los «ayudan» en su lucha sin tregua contra la báscula y la cinta métrica —a veces, en menoscabo de su salud—.

De entrada, no me gusta la palabreja: light, que en inglés va bien y viene de esa segunda acepción de light, «ligero, de poco peso, de poco grosor, liviano» —y no de «luz», como muchos piensan—, y que a su vez viene del inglés antiguo lêoht, y éste del anglosajón liht, y obviamente se relaciona o es cognado del neerlandéslichT, el alemán leichT, el noruego antiguo l ̄ettr y el gótico leihts, y en todas estas lenguas tiene el mismo significado.

Pero es que en inglés, como es tan normal y común, tan antigua —entró a esa lengua antes del año 900— todo el mundo la usa, aunque no todos la saben escribir, porque es complicada hasta para el angloparlante, al punto que en los Estados Unidos. tienen una acepción simplificada o informal: lite.

La vida baja en calorías

Pero en español, en español… no hay persona que la pronuncie o la escriba bien —escriben lihgt o ligth y pronuncian lay, laet, o laij— y aunque el drae ya lo ha incluido como término inglés en relación con lo dicho «1. de una bebida o de un alimento elaborado con menos calorías de las habituales 2. de un cigarrillo que se presenta como portador de “menos elementos nocivos” y 3. de forma irónica, de algo o alguien que ha perdido gran parte de sus caracteres esenciales —por ejemplo, un comunista light—», sigue siendo muy nueva, difícil y por qué no decirlo: muy fea.

Y es que sí, lo light malo en todos los sentidos: la palabra es fea, la comida insípida, los cigarros sin tabaco —peor de nocivos por lo adictivos—.

Y, sin embargo, vivimos en un mundo en donde se pondera lo light, en donde se ha generado un inconsciente colectivo que piensa que puede comer sin engordar, beber sin emborracharse y fumar sin morirse, como si la vida pudiera durar para siempre.

Y es que estamos tan lejos del campo, de los orígenes, de la agricultura, y pensamos que la comida sale del súper, que no tenemos ni idea de qué está hecha, cuáles son sus ingredientes, de qué va y esto obviamente nos pone en una situación de riesgo, nos deja inermes ante el mercado, el consumismo y la mercadotecnia. Por eso tomamos cosas light y hasta creemos que nos gustan.

Lo light que no tiene azúcar es terrible, tiene aspartame y te deja con un resabio horroroso —con un mal sabor de boca, literal— y si supiéramos en verdad el veneno que representa para el cuerpo, ni lo probaríamos.

El aspartame

Este compuesto fue descubierto en 1965 por el químico James M. Schlatter, de los laboratorios Searle, quien dio con él mientras buscaba una droga para la úlcera. Al sintetizar dos aminoácidos, se dio cuenta de que al combinarlos adquirían un sabor dulce.

La compañía que comercializa el aspartame es Nutrasweet, una filial de Monsanto, la misma empresa que produjo el Agente Naranja —un veneno defoliante que usó el ejército estadounidense en la guerra de Vietnam—, y es una de las compañías que ha creado más controversia a escala mundial debido al peligro —potencial o real— de sus productos e investigaciones sobre la salud humana, de animales, de plantas y los efectos que éstos tienen sobre el ambiente en general, que se dedica principalmente a la producción de alimentos transgénicos.

Pero olvídense, más allá de todo esto, de lo nocivo y repugnante: lo light es de muy mal gusto, sabe espantoso. Piense, por ejemplo, en la diferencia entre acompañar los alimentos con una Coca Light o Zero o cualquier equivalente —que en suma, significa arruinarlos, significa no tener paladar— y tomar los mismos alimentos con vino, que tiene enzimas que ayudan al proceso digestivo a desdoblar las grasas, o con cerveza, que es deliciosa.

Porque, ¿a quién se le antoja un bife de chorizo si lo vas a acompañar con esa bazofia? ¿Cómo lo digieres? Y ya ni hablar de postres o galletas con ese compuesto, porque son indescriptibles e intragables.

Y luego la gente light, la de «la insoportable levedad del ser», de la que Kundera ya se quejaba hace más de 30 años, esa gente que no se compromete con nada, que no sabe nada, que no profundiza en nada, que se queda fuera de todo, que cree que vive pero no.