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Las obras de arte del movimiento Food of War muestran la conexión entre la guerra y la comida

Por Sarah del Moral

“La comida se revela ahora como un discurso, como una estrategia, como una afirmación, es más, como un menú que presenta problemas, desarrolla conceptos, concluye con ideas y estimula el alma dejándola más hambrienta que antes”, esta idea es parte del manifiesto que difunde Food of War.

Food of War es un colectivo artístico basado en Londres, el cual hace sus proyectos en torno a la idea de lo que ponemos en nuestras mesas, en nuestra boca y lo que digerimos en el contexto de diferentes conflictos en todo el mundo.

Dentro del marco de la semana del arte en la Ciudad de México, la fraternidad de la Universidad de la Comunicación fue el espacio para recibir la exposición “Insect Flesh”, proyecto gastronómico,
social y cultural presentado por Food of War y Southwind Projects. Por primera vez, el colectivo se presentó en nuestro país para mostrar una compleja exposición que va desde lo psicológico a lo festivo, examinado el consumo humano de insectos, a veces como un elemento básico de la dieta local, a veces como un manjar de la cocina regional.

En una sala, proyecciones de los años 30 mostrando un sentimiento terrorífico hacia los insectos, mientras que en otra, parte del público picaba y picaba chapulines, escorpiones negros y gusanos de maguey, bien cubiertos en guacamole sobre totopos color azul. “El alimento del futuro” -como comienzan a ser vistos a los insectos-, fue el protagonista de esta puesta en escena para presentarlos como una solución tanto para la salud del planeta, como para los seres humanos.

El movimiento Food of War explora cómo los conflictos armados en todo el mundo afectan directamente la forma en que comemos, además de la relación directa entre la violencia y la comida y cómo ambas se influyen mutuamente, de ahí su nombre.

“Guerreros”, así le llaman al colectivo de artistas involucrados en la exploración entre la comida y la guerra, cada uno de ellos desarrollándose en distintas disciplinas que van desde la fotografía, gastronomía, el diseño e incluso la música.

Food of War ha investigado problemáticas y mostrado el lado bello y constructivo en más de 20 proyectos. El colectivo se ha unido a las víctimas de Chernobyl en una visita a la planta nuclear y la ciudad próxima, realizando intervenciones en los retratos de  las victimas a través de dibujos con el fin de recrear algunas de las escenas más peculiares de la época, como la matanza de mascotas y ganado contaminado utilizando imágenes de propaganda rusa.

A través de fotografías de agricultores de Italia y África trabajando juntos en un campamento de refugiados produciendo polenta a partir del maíz Otto, Food of War logró transmitir la simbiosis resultante entre los lugareños y los migrantes con un impacto positivo en el sistema alimentario.

Otro proyecto que ha resaltado ha sido el que involucró los productos agrícolas que se vieron notoriamente afectados en Chernobyl. Durante el transcurso de las últimas décadas y pese al florecimiento de la vida, los habitantes desconocen lo que está contaminado y lo que es seguro comer.

Para esta situación el colectivo organizó un gastroperformance en el cual se colocaron 50 manzanas negras para tomar, pero los espectadores desconocían cuáles manzanas estaban hechas de plástico y cuáles de chocolate y crema. A través de esta dinámica, el tema de la contaminación se revivió una vez más para que el público pudiera sentir lo que los habitantes de Chernobyl hacen a diario. 

Para Food of War, los alimentos que comemos son el resultado de la manipulación humana, a menudo con consecuencias involuntarias. Su intención no es intentar superar las heridas abiertas entre sus muchas facciones cocinando y comiendo juntos, pues a través de sus obras de arte que muestran la conexión entre la guerra y la comida, quieren ser parte de un proceso de reconciliación formal a gran escala entre las personas en conflicto.