drag_handle
Foto: Érika Choperena.

Soberanía alimentaria: comer también es preservar la cultura

Por Érika Choperena

Comer es una necesidad básica para mantenernos vivos pero más allá de eso también es una actividad que preserva la cultura y las raíces, de esto trata la soberanía alimentaria.

¿Cuántas veces pensamos en el proceso que pasan nuestros alimentos hasta llegar a la mesa en forma de platillos que no solo nos alimentan sino también nos hacen felices? ¿O en la gente que está detrás de todo esto? 

A pesar de que México es un país rico en biodiversidad y apto en suelo y clima para la siembra de alimentos básicos y tiene una superficie de aproximadamente 26.9 millones de hectáreas para la agricultura y 109.8 para la ganadería, llega a importar hasta la mitad de los alimentos que consumimos.

La soberanía alimentaria, así como la seguridad y la autosuficiencia de alimentos son fundamentales para el desarrollo de la población. También para que los derechos sean efectivos.

Soberanía alimentaria

El artículo 4° de la Constitución Mexicana establece la alimentación nutritiva, suficiente y de calidad para todos los mexicanos como un derecho. Asimismo, la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948 avalada por la Organización de las Naciones Unidas hace mención a la alimentación como un derecho universal.

“Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado, que le asegure, al igual que a su familia, la salud y el bienestar, en especial a la alimentación.”

Declaración Universal de los Derechos Humanos

Si la alimentación es un derecho ¿por qué existen personas en México sin comer?

De acuerdo con datos del INEGI, la tasa de hambruna hasta 2016 ascendía a un 12%; esto quiere decir que existen hogares que se quedan sin comida durante un día o más. Otro dato preocupante es que el 42.4% de los hogares siente temor de quedarse sin comida al menos una cuarta parte del año.

Soberanía alimentaria

Foto: Érika Choperena.

Y aquí viene una paradoja: hasta el 2015, el 61% del total de la pobreza en México se concentraba en zonas rurales y el 23.4% de la población vivía con carencia de acceso a la alimentación. Hasta hoy Chiapas, Oaxaca y Guerrero encabezan la lista de los estados con mayor pobreza, según datos de la CEPAL y la CONEVAL.

Entonces, ¿por qué las zonas rurales son las más empobrecidas si ahí se producen los alimentos que abastecen al país y se exportan al mundo? Esto se debe a que existe una pérdida de autosuficiencia alimentaria, es decir, en México no contamos con la cantidad de alimentos que consumimos.

Con esta situación tampoco hay una libre elección de lo que comemos aunque creamos lo contrario; a pesar de que existe esa idea, el mercado da pocas opciones y en muchos casos es más fácil el acceso a alimentos industrializados.

Cultura y alimentación van de la mano

Aquí entra la soberanía alimentaria que, de acuerdo con La Vía Campesina -un movimiento internacional que reúne organizaciones de todos los continentes y representa a más de 200 millones de campesinos- es el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles, producidos de forma sostenible y ecológica, y su derecho a decidir su propio sistema alimentario y productivo.  

Así es, no se trata solamente de asegurar una producción suficiente de alimentos para todas las personas sino también considerar cuáles se producen y cómo.

En este punto es necesario replantear el papel de los campesinos como primera fuerza y situarlos en el centro de la soberanía alimentaria.

Ellos son quienes actúan con resiliencia ante el desabasto de semillas tradicionales, protegen el suelo, lo mantienen apto para la siguiente siembra y conservan el medio ambiente con conciencia ecológica debido a que es el lugar en donde desarrollan sus actividades, además de ser su hogar. También crean mercados y negocios locales para la comunidad.

Soberanía alimentaria

Foto: Érika Choperena.

Soberanía sostenible, inclusiva y viable

Para que exista soberanía alimentaria es necesario considerar tres características de acuerdo con Armando Bartra, especialista en sociología y desarrollo rural. La primera es que sea sustentable y ambientalmente amigable, es decir, buscar alternativas a los agroquímicos y tratar el monocultivo sólo en situaciones necesarias.

Segunda, que sea socialmente incluyente. Si bien los campesinos deben participar de forma protagónica y activa en la toma de decisiones, no se debe excluir a empresarios ya que ellos son los expertos en la comercialización.

Y por último, que sea económicamente viable. Debe favorecer y brindar ganancias a todos los participantes de esta actividad.

Entonces, la soberanía alimentaria habla de la manera de producir alimentos; de la gestión de los recursos económicos y físicos, es decir, los territorios; también de su comercialización ya sea local, regional, nacional e internacional; de la agroecología y el desarrollo sostenible y del derecho a la alimentación, tomando en cuenta no solo la cantidad, sino las costumbres culturales de cada región y adaptarla a estas.

Bajo las prácticas que llevan a cabo los campesinos -como la evaluación de los productos locales y la protección a sus mercados y la sostenibilidad- ellos demuestran ser eficaces y esto es suficiente para ser dignos de respeto y reconocimiento. 

Es necesaria la revalorización del primer eslabón de la cadena de nuestra comida: los campesinos; ellos no entienden a la alimentación ni a la agricultura únicamente como un negocio sino también como un derecho que sostiene la vida desde sus cosmovisiones.

Seguridad alimentaria

La seguridad alimentaria es un concepto que surgió antes que la soberanía alimentaria; sin embargo, este término tuvo que ser modificado ya que no solo es necesaria la existencia suficiente de alimentos, también el acceso a estos. Su disponibilidad no implica que todas las personas puedan obtenerlos. 

“La seguridad alimentaria a nivel individual, familiar, nacional, regional y global se alcanza cuando todas las personas tienen, en todo momento, acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos, sanos y nutritivos que les permitan satisfacer sus necesidades y sus preferencias alimentarias para llevar una vida activa y sana.” dice la FAO.

Soberanía alimentaria

Maíz tunicado o maizajo. Foto: Érika Choperena.

Autosuficiencia alimentaria

Tanto la seguridad como la soberanía llevan a un tema imprescindible: la autosuficiencia alimentaria, es decir, la capacidad de un país de producir cantidades suficientes de los alimentos que consumen sus habitantes.

Con la entrada de la revolución verde, que en México inició en los años 50, se comenzaron a explorar nuevas formas de producción de alimentos. Antes de esto, el uso de las semillas era libre y posteriormente se volvió un negocio, menciona Adelita San Vicente Tello, directora de la Fundación Semillas de Vida, A.C.

La revolución verde hace referencia a una nueva forma de agricultura que tiene su base social en erradicar el hambre, ¿cómo? por medio de semillas genéticamente modificadas para ser más resistentes, de esta manera evitar plagas y producir más alimento.

Si bien no es una mala idea, existe una distribución alimentaria inequitativa, de manera que estos alimentos no son accesibles a gran parte de la población. Con esto surge un excedente de comida que se tira a la basura mientras hay personas que mueren de hambre.

Soberanía alimentaria

Foto: Érika Choperena.

El maíz, un ejemplo claro

A pesar de que el maíz es parte de nuestra identidad nacional con 64 razas criollas, además de ser uno de los aportes que tiene México hacia el mundo, importamos de Estados Unidos un promedio de 14 millones de toneladas anuales.

Además de maíz, México importa trigo que se utiliza para producir harinas y pan, leche en polvo, carne de pollo y de cerdo, esta última fundamental para platillos tradicionales como cochinita pibil o carnitas. ¿Por qué? Porque no existe autosuficiencia alimentaria.

“El esfuerzo de algunos países en vías de desarrollo por volverse autosuficientes en la producción de alimentos debe ser un recuerdo de épocas pasadas. Estos podrían ahorrar dinero importando alimentos de Estados Unidos” 

John Block, Secretario de Agricultura de los EU (1981-1985)

Con la entrada del Tratado de Libre Comercio para América del Norte en 1994, el intercambio de productos entre los tres países participantes dejó al campo mexicano desprotegido ya que el maíz y el frijol fueron incluidos entre las negociaciones; así, estos productos de la milpa entraron al sistema del libre mercado y el juego de precios.

Los ingresos por venta de maíz nacional cayeron hasta un 70% ya que Estados Unidos ofreció su excedente a un precio muy por debajo del nacional e incluso de sus propios costos de producción gracias a subsidios por parte de su gobierno, esto es llamado dumping.

De esta manera dejó de ser un negocio rentable para los campesinos quienes cada vez se vieron más asfixiados por la economía y buscaron otras oportunidades migrando a las ciudades y en muchos casos a Estados Unidos; es decir, debido a este impacto no hubo alternativas para resolver la desocupación campesina.

Aquí existe otra paradoja: los agricultores que se ocupaban de sembrar maíz en su tierra se mudaron al país vecino a realizar exactamente la misma actividad.

México importa maíz amarillo y blanco que hoy en día se utiliza en cerca de siete mil productos. Sirve principalmente para obtener los derivados químicos como glucosa, almidón, dextrosa y alta fructuosa.

Su principal uso es en la producción industrial de frituras, hojuelas y en la alimentación de animales.

La soberanía alimentaria es fundamental e imprescindible para el desarrollo óptimo y equitativo de la población mexicana.

Es una forma de garantizar el derecho humano y constitucional a la alimentación con acceso real a los alimentos al mismo tiempo que se respeta la cultura de cada región.  La comida va mucho más allá del sentido único de la nutrición.