Jardines del Pedregal nunca había tenido tanta ni tan buena oferta gastronómica como ahora que llegaron lugares como Nera y el recién inaugurado restaurante Rocasal. Al mando de Atala Olmos, mexicana que regresó a su país después de experimentar en el extranjero, este lugar evoca a la arquitectura de su colonia al tiempo que rinde tributo a los sabores del mundo.
La carta es amplia y amigable con omnívoros, veganos, vegetarianos y todólogos. Los ingredientes buscan la sustentabilidad y entre su abundancia hacen platos versátiles para cada temporada.
En colores rojizos y texturas terrosas, el lugar está inspirado en las antiguas casas del arquitecto Luis Barragán edificadas en el rumbo: comedores amplios, bares, salones privados y terraza. Esta última gusta para ver una tarde y comer sin prisas, pues aquí se viene a disfrutar.
Con una carrera profesional formada en Cataluña, Atala domina el manejo de pescados, mariscos y vegetales; son estos tres ingredientes los que hacen los platos más interesantes de todo el restaurante Rocasal y también los que emocionan tan pronto llegan a la mesa.
Si el calor apremia, una de las mejores decisiones será pedir el ceviche blanco de jurel, que viene con espuma de mojito, crema de aguacate y bastones de tortilla para dar el toque crocante. Aunque llega en una presentación digna de Instagram, vale la pena revolverlo todo para que los sabores se integren y se descubra el equilibrio en su mejor forma.
Uno de los grandes platos del restaurante Rocasal son los gnoccis de espinaca, que vienen con tallos de espárrago en laja y sus puntas enteras salteadas con aceite de oliva. La salsa es cremosa y la equilibran una lajas de queso Grana Padano.
Para el plato fuerte, vale la pena pedir la pesca del día que viene con verduras de temporada, ensalada de brotes -como cilantro, chícharo, mastuerzo y arúgula-, puré de papa y se aromatiza con ralladura de limón. La salsa es un caramelo de aceituna preparado lentamente para sacar lo mejor de la fruta.
Vale la pena apostar por el tabbouleh de quinoa roja, un homenaje al Mediterráneo con influencias árabes. Está aliñado con limón amarillo, hierbabuena y aceite de oliva extra virgen, dejándolo en el punto perfecto de sabor. También lo acompaña un poco de jocoque con za’atar y una lámina de aguacate tatemado.
Para quienes llevan una dieta vegana, se puede pedir sin jocoque.
Otra maravillosa opción para enamorarse de los vegetales es la ensalada tibia de arroz negro, que viene con edamames, chícharo, cebollín, rábano y coco deshidratado. La nota crujiente también la dan nueces tostadas y avellanas, que armonizan al son de una mayonesa de limón amarillo hecha en casa.
Hay un plato de curry amarillo para viajar en un segundo a la India. La carta lo ofrece con pollo; sin embargo, la opción vegetal está perfectamente ejecutada: todo al dente, bien sazonado y con las notas perfectas para no ser demasiado pesado.
La creatividad de Olmos no solo yace en la combinación de sabores salados y cocina vegetal: sus postres son una verdadera gozada y los hay de todos los estilos: cremosos, cítricos, frutales, con chocolate y también los que recuerdan a casa.
Vale la pena probar la paleta de cheesecake cubierta con chocolate blanco y consomé de frutos rojos. Trae también los frutos liofilizados y un crumble de jengibre en la parte inferior, con la intención de que en un bocado quepan todas las texturas, sabores y sensaciones.
El postre de cacao vale la pena por no ser demasiado pesado, como suele suceder cuando se habla de chocolate. Lo primero que se ve es una teja color marrón muy delicada que se deshace al combinarlo con la nieve de cacao que se desdibuja detrás. Por debajo, un brownie y un cremoso con sabores lácteos y dulces.
Para recordar los sabores de casa y cerrar con broche de oro, el pay de plátano deconstruido que viene con nieve de plátano, salsa de caramelo salado, una placa de merengue y crumble de nueces.
Dirección: Cráter #823 col. Jardines del Pedregal
Instagram: @rocasalrestaurante
Cheque promedio: 800 pesos por persona