drag_handle

Comida isabelina: Los humores y las carnes frías como entremés

Por Animal Gourmet

HAMLET

No te burles de mí, te lo ruego, Horacio.

Más que al funeral de mi padre,

querrás decir que has venido a la boda de mi madre.

HORACIO

Así es mi señor, una cosa surgió después de la otra.

HAMLET

¡Hay que ahorrar Horacio!

La carne guisada en el funeral, fue un buen entremés para la boda.

Hamlet (1.2. 177-181)

Después que Joan Thirsk habló sobre La historia de la comida de 1500 a 1700 decidió publicar su conferencia como Fooles and Fricasés: Food in Shakespeare’s England, algo así como Postres y estofados: la comida en la Inglaterra de Shakespeare, publicada por The Folger Shakespeare Institute de Washington, una obra que, junto con el trabajo que hizo Caroline Spurgeon durante toda su vida en Shakespeare’s Imagery (Cambridge University Press, 1935), podemos conocer algo sobre la dieta isabelina, así como las ideas y los gustos de Shakespeare por la cocina y por la materia prima, tal que lo iremos publicando en este espacio abierto en Animal Gourmet.

Los cuatro humores

Galeno de Pérgamo (120-200 a.E.) definió que, tanto las plantas como los seres humanos, estaban formado por cuatro humores y que la salud dependía del equilibrio entre lo sanguíneo, lo flemático, lo colérico y lo melancólico.

El balance tenía que ver con la salud, así como con la alimentación que debía corresponder a los humores dominantes en cada persona. Por eso comían y bebían de acuerdo a su propio «humor» o «carácter» y esa era la base para que los doctores le dijeran a sus pacientes cuál era la manera en que deberían componer su dieta. En aquel entonces las recetas médicas se parecían a las recetas de cocina.

En aquel entonces las recetas médicas se parecían a las recetas de cocina.

La comida y la bebida en las obras de Shakespeare

La comida diaria o la dieta de los isabelinos en el siglo XVI y XVII consistía básicamente de pan y cerveza de malta (ale) y unos cocidos que preparaban en esas ollas que colocaban sobre el fuego en la cocina, en donde le echaban de todo un poco. Los jugos y las frutas las recomendaban a los pobres y las especias las usaban para darle ese sabor entre picoso y dulzón, tal como se encontraban en la mayoría de los menús y que, en una época, eran un lujo y motivo de guerras comerciales.

Los jugos y las frutas las recomendaban a los pobres

Shakespeare (1564-1616) observó y registró desde que era niño todo lo que oía, veía, olía o tocaba y lo almacenaba en un especie de disco duro, al que tenía acceso, pues cuando escribía, sabemos que lo hacía rápido y a mano —en un año escribió tres de grandes obras: Medidas por medida, Otelo y Rey Lear, por ejemplo— donde a veces escribía, si es que venía a cuento, algo sobre sus recuerdos, gustos y conocimientos culinarios, dentro del contexto de la obra o del personaje y que eran parte de su imaginaria compuesta, casi siempre, de las cosas simples de la vida y no, como sus colegas, Christopher Marlowe, Ben Jonson o Thomas Kyd, que eran más rebuscados y que preferían citar frases en latín tomadas de los poetas de la antigüedad.

Si Shakespeare hablaba de las flores se refería a esas que todo el mundo conocía y, si se refería a la comida o a la bebida, como lo hizo con el jerez que bebía todo el tiempo Sir John Falstaff, era porque sabía del gusto o disgusto con el que había comido o bebido, por ejemplo cuando llegó a Londres y seguramente pasó algo de hambre en 1592 y luego, nos habla de lo que comían los nobles pues lo conoció cuando presentaba alguna de sus obras a la Corte en alguno de sus castillos.

La comida y sus metáforas

Shakespeare sabía de cocina y de la calidad de los ingredientes. Sabía de las costumbres y de la manera de comer —o de atragantarse— y todo eso era parte de su acervo que usaba para que el público se sintiera en casa y lo asociara con su vida misma cuando iba al teatro.

Shakespeare sabía de cocina y de la calidad de los ingredientes

En esta serie de artículos vamos a ir teniendo una idea de lo que comían los ingleses isabelinos, así como, aquello que tenía que ver con la sazón —el don de los chefs—, así como de la importancia de una buena y blanca harina bien cernida para hacer el mejor pan casero posible o las ventajas de vivir con una mujer que, por lo menos, supiera hacer una pasable cerveza, tal como lo hemos encontrado en algunas citas como la que publicamos en este artículo que tiene que ver con el coraje que hizo Hamlet porque Gertrudis, su madre, se casó muy pronto después de la muerte de su padre y por eso le dice a Horacio, su amigo, que fue tan rápido que aprovecharon la carne guisada que se ofreció en el funeral de su padre, para servirla fría, como entremés, en su boda con el tío Claudio, hermano menor de su padre.

Ver la comida desde otra perspectiva tanto en el tiempo como en el espacio: conocer cómo la preparaban y comían en el siglo XVI y cómo se referían a ella en las obras de teatro que presentaba Shakespeare en su época gloriosa.

Para acompañar el entremés:


Por Martín Casillas de Alba