drag_handle

De timbucos y calandracas

Por Animal Gourmet

[contextly_sidebar id=”3ab36c50697f0d3f236a794ebecd05d9″]Para las guerras intestinas que asolaron Nicaragua en el siglo XIX, los del bando conservador con la divisa blanca eran llamados “timbucos”, que quería decir cerdo gordo. Por extensión, timbuco se decía, y aún se dice, de una persona barrigona, dueña de una buena y bien cultivada panza. Timbuco, timbón.

Por el contrario, los liberales de la divisa verde eran llamados “calandracas”, como se decía para entonces de los perros sin dueño, flacos y desmedrados por falta de alimento y que mostraban en el pellejo las cicatrices de la manteca o el agua hirviente que les lanzaban encima en mercados y cocinas para ahuyentarlos.

Las ganas de ofender al otro se hacen patentes tras estos apodos políticos, y vienen a dejar a los conservadores como ricos bien comidos y los liberales como pobres hambrientos, lo cual quedaba lejos de ser exacto pues es de suponer que quienes capitaneaban ambos bandos, cualquiera el color de su divisa, comían al día las tres veces de rigor, mientras los reclutas de guaraches a lo mejor sólo comían una vez. Pero no vamos a eso.

“Calandraca” viene de calandrajo, que quiere decir trapo viejo; de allí pasó a persona débil y vacilante, por mal comida, o por razón de la edad, un término similar al de “cacreco”. Y también a persona necia, latosa, una carlanca; pero carlanca es algo inservible por viejo o desmejorado. Nada difícil representar entonces como calandraca a un perro en los huesos por mendicante, o sea, un perro cacreco, un perro carlanca.

Pero vean qué cosas. Calandraca era también de antiguo una sopa típica de los marineros españoles en alta mar, muy rala y pobre, a la que se ponía algún vestigio de tocino y se espesaba, de mentiras, con una bolita de cebo de cerdo ya rancio; se le podía agregar galletas de esas que si no se las moja bien no hay diente que les entre. En Italia, es un plato marinero de carne salada o mariscos compuesto con tomates, papas y aceite de oliva. Bastante más exquisitez.

Vamos llegando adonde quiero ir. En la costa de Colombia, “calandraca” es un almíbar afrocaribeño compuesto con mangos, mameyes, papaya, batatas, piña, guayabas, tomates, coco, y miel de dulce de rapadura que sale a veranear en temporada de Semana Santa, y que se llama también mongo-mongo. Una “carlanca”, como se aprecia, es una suculenta y variada vianda lejana a cualquier idea de flaquencia por ayunos forzados, o debilidad por hambres rezagadas.

Y una “calandraca” es un calco del curbasá en Nicaragua, palabra de misteriosa etimología que aún ni los más aventurados entre nuestros filólogos se han atrevido a explicar; yo sospecho que es africana. En este suntuoso curbasá de tiempo de Cuaresma, cuando están de cosechas las frutas del verano, se juntan en un solo cuerpo diferentes almíbares preparados de antemano, unos con dulce de rapadura, otros con azúcar blanca: mangos, jocotes, marañones, grosellas, papaya verde… es la prueba de la más refinada imaginación culinaria, suma de los gustos españoles, indígenas, y africanos.

———

*Sergio Ramírez Mercado es escritor nicaragüense. En 1998 ganó el Premio Alfaguara de Novela con Margarita, está linda la mar. En 2011 recibió el Premio Hispanoamericano de Letras José Donoso por el conjunto de su obra. Su último libro es la colección de cuentos Flores Oscuras (Alfaguara, 2013).