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Cómo preparar buttermilk casero

Por Mariana Toledano

A quienes nos da ilusión buscar recetas nuevas en libros o explorar novedades en internet para aquellas tardes lluviosas donde se antoja un pastel, tarta, magdalena o panqué, en más de una ocasión nos hemos encontrado entre los ingredientes de la receta —particularmente las de origen sajón—, que pide se añada buttermilk.

El buttermilk es simplemente un suero de leche que sobra cuando se prepara mantequilla de forma tradicional y que se obtiene añadiendo bacterias de ácido láctico a la leche.

Y ¿para qué sirve en repostería? Básicamente genera que los productos horneados sean más esponjosos y suaves, pero en muchos países de habla hispana no es frecuente encontrarlo de forma comercial.

La buena noticia es que es muy fácil prepararlo en casa y puede convertirse en un arma secreta para los panquecitos de aceite de oliva, cupcakes o hasta los tradicionales hotcakes. Solamente hay que combinar leche con una cucharadita de jugo de limón y, al dejarlo reposar unos minutos parecerá más bien leche cortada pero se habrá convertido en buttermilk tradicional.

Acá unos trucos y medidas para la receta:

  1. Por cada 250 mililitros de leche añadir 15 mililitros o una cucharada de zumo de limón. Revolver bien y dejar reposar 15 minutos.
  2. La leche se volverá más espesa casi como yogurt y parecerá cortada.
  3. Pasado este tiempo, estará listo para incorporarse a cualquier receta de waffles, hot cakes o pasteles. Es un buen sustituto de leche y da una textura increíble.

El buttermilk se puede preparar o bien con jugo de limón o con vinagre de manzana, en este caso dos cucharadas. Lo que sucede es una reacción química en la que el ácido de estos ingredientes choca con la composición básica de la leche y se rompen las partículas liberando agua.

Aprovecha este ingrediente para mejorar la textura y dar un sabor más profundo y lácteo a tus recetas.