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Menos del 1% de la obesidad es culpa de la tiroides

Por Sarah del Moral

Seguramente en algún momento escuchaste a alguien culpar a sus hormonas por la imposibilidad de bajar de peso. La frase “es que la tiroides…” es común entre personas que dejaron a la suerte el control de su peso y culpan a sus hormonas, lo que resulta ser casi un mito en relación con la obesidad.

Las hormonas tiroideas ayudan al cuerpo a utilizar energía, mantener la temperatura corporal y a la homeostasis del cerebro, el corazón, los músculos y otros órganos. Es cierto que desde hace mucho tiempo existe una relación compleja entre el mal funcionamiento de la tiroides y el peso corporal, ya que la tiroides, esta glándula en forma de mariposa localizada en la parte delantera del cuello, regula el metabolismo.

El endocrinólogo Jorge Alejandro Ayala San Pedro resume que, en realidad, la obesidad es la causa de alteraciones endócrinas y no al revés. “Las causas endócrinas de obesidad son muy bajas, son menos del 1% de los pacientes con obesidad”, explica. La probabilidad de encontrar un paciente con obesidad a causa de un desequilibrio hormonal o una hormona no es común”.

Los pacientes cuya glándula tiroidea no funciona apropiadamente tienen un metabolismo basal bajo y aquellos con glándulas que funcionan en exceso tienen un metabolismo basal alto. Por esta premisa muchas personas han llegado a la conclusión de que los cambios en los niveles de hormona tiroidea que conducen a cambios en el metabolismo basal también producen cambios en el balance energético y otros cambios similares en el peso corporal.

El hipotiroidismo es una enfermedad en la cual la actividad de la glándulas tiroides disminuye, por lo tanto, el descenso de la secreción de hormonas tiroideas provoca una disminución de metabolismo basal, factor que generalmente se asocia con cierto aumento de peso.

El doctor Ayala describe que la causa del aumento de peso en individuos con hipotiroidismo no está asociada con el aumento de exceso de grasa, si no a la acumulación excesiva de sal y agua que este padecimiento provoca. Según la Asociación Americana de la Tiroides, aproximadamente entre 2 a 4  kilos se pueden atribuir a esta enfermedad, dependiendo de la severidad del hipotiroidismo.

La deficiencia de yodo es la causa más común de hipotiroidismo, por disminución del consumo del mismo en la dieta. El déficit de yodo deteriora la síntesis de hormonas tiroideas, lo que resulta en hipotiroidismo y un grupo de anormalidades funcionales conocido como “trastornos por deficiencia de yodo”.

La glándula tiroides debe disponer de yodo para producir hormona tiroidea. El yodo entra al cuerpo con los alimentos y viaja a través de la sangre hasta la tiroides. Para mantener balanceada la producción de hormona tiroidea se necesita una cantidad de yodo adecuada, aproximadamente 150 microgramos al día.

“En zonas como Hidalgo o Veracruz, naturalmente hay deficiencia de yodo pero se ha combatido desde los años 70 con yodar la sal de esas regiones”, explica el doctor Ayala. “En México prácticamente toda la sal que consumimos es yodada y cumple una parte importante de los requerimientos necesarios, además de la dieta”.

Además de los 2 gramos de sal recomendados al día es importante complementar con alimentos ricos en yodo como productos de mar (salmón, atún, camarones, ostiones, etcétera), leguminosas como frijoles, soya o lentejas; lácteos, crucíferas y vegetales como espinacas y algas.

La ingesta excesiva de yodo se asocia con bocio y aumento de TSH, tirotropina o denominada también hormona estimulante de la tiroides, lo que provoca un deterioro en la función tiroidea. Los alimentos altos en yodo o también llamados bociógenos, únicamente pueden provocar esta alteración si se consumen en cantidades excesivas, casi anormales.