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Pancita de "Chabelita".

Cinco lugares para comer en La Merced que te robarán el corazón

Por Paloma García // Fotos: Érika Choperena

Ay, La Merced, ese lugar temido por quienes no la conocen y amado por los afortunados que ya la descubrieron, no solo porque es uno de los lugares más baratos de la ciudad de México, sino porque puedes encontrar absolutamente todo lo que busques. Este barrio en el centro de la CDMX es famoso por ser uno de los epicentros de comercio, por lo que tiene lugares para comer que te van a dejar sorprendido.

El barrio de La Merced es uno de los más antiguos de la ciudad. En la época prehispánica era el centro comercial más importante de Tenochtitlán. En la Colonia, el barrio conservó su personalidad comerciante y se instaló ahí la Alhóndiga o bodega de granos justo al final de la Acequia Real, el canal que conectaba las chinampas de Xochimilco con la Plaza Mayor. Gracias a todo esto, aquí vendían los mejores y más diversos ingredientes.

Así como hay toda clase de productos y servicios, hay todo tipo de lugares para comer. Hoy queremos recomendarte algunos lugares muy emblemáticos y ricos para que le agarres confianza a La Merced y descubras que las apariencias engañan; hay verdaderas joyas gastronómicas que bien valen la pena el tráfico y el tumulto.

El pasillo de comida en el mercado

Si tu intención es curiosear un poco en la nave central del mercado, el pasillo lateral pegado a Circunvalación, entre el edificio y los ambulantes, es de puestos de comida. Ahí encontrarás de todo y mucho. Hay tacos, caldos, fritangas, tamales y una lista interminable de opciones.

Los fines de semana está a reventar porque hay varios lugares que venden pancita para las almas desconsoladas por el exceso de fiesta. La de “Chabelita” es una receta con chile guajillo, res y hierbas de olor. ¡Un auténtico levantamuertos!

Sigue caminando y encontrarás varios puestos de garnachas, quesadillas y tacos. La mayoría llevan ahí más de 20 años, como el caso de “El Poblano”, donde Laura se instaló después de acompañar toda su vida a su papá, quien se dedicaba a vender frutas. Aquí los tlacoyos son de muy buen tamaño y los huaraches van a satisfacer todo tu antojo. Si ves pasar a la señora de los jugos ¡no lo dudes!, compra uno. Son naturales y deliciosos.

Para desayunos de campeones

Saliendo del mercado cruza Circunvalación para llegar al barrio de La Merced. Si caminas un par de cuadras por la calle de los Misioneros encontrarás el lugar donde, se dice, los aztecas encontraron al Águila parada sobre el nopal devorando a la serpiente. Ese lugar se llama la Plaza de la Aguilita, ahí está el Café Bagdad.

Este lugar tiene todo. Es muy barato -los desayunos completos rondan los $50.00 y las comidas $60.00- y el lugar es precioso. Entrando te vas a encontrar con su propio tostador y molino de café, que traen de Veracruz. 

El dueño, Javier Rojas, está al pendiente del servicio y de la calidad de la comida; los chilaquiles son espectaculares. El enfoque es dar comida muy rica con buen producto a un precio accesible. Además, la vista a la plaza es privilegiada.

Para los manteles largos

Camina por la calle peatonal de Roldán. En el número 37 está guardado uno de los secretos más ricos del barrio. Esta casa era antiguamente una bodega de chiles del bisabuelo de Rómulo Mendoza, el chef. Con la decadencia de La Merced, la bodega quedó abandonada hasta que decidió abrir un restaurante de cocina tradicional mexicana

Roldán 37 tiene fama de hacer uno de los mejores chiles en nogada de la ciudad, pero cualquier cosa que pidas es garantía. Las botanas y platos al centro son buena idea para que pruebes de todo. Tienen desde el tradicional guacamole hasta tacos de carne de chango (no es chango, pero así se llaman).

Rómulo Mendoza también invierte su tiempo en producir su propio vino y su mezcal. Una curiosidad es que hay una pared llena de chiles secos como los que se almacenaban ahí. ¡No dejes de tomarle foto!

La cantina más antigua

La Peninsular es la cantina que hoy día tiene la licencia más antigua de la Ciudad de México. Está ubicada en la calle de la Alhóndiga, esquina con Corregidora. Es un legendario lugar que ha sobrevivido 146 años ahogando penas y sirviendo platos que llenan más que solo el antojo.

Como en todas las cantinas, las botanas son deliciosas y varían dependiendo el día que vayas. Los fines de semana seguro encuentras paella y los jueves son para un buen pozole.  También tienen tortas y un menú diario de tres tiempos.

El oaxaqueño

Chocolate de agua y pan dulce típico Oaxaqueño también puedes encontrar aquí.

Si vas caminando por la calle de la Alhóndiga, cruzando Soledad, quizá los puestos ambulantes te distraigan de tu objetivo. Aquí es Oaxaca se llama este lugar que comenzó siendo una tienda de productos oaxaqueños y hoy tiene un restaurante en la parte de arriba.

Este negocio lo lleva Mónica Soto, pero es una tradición familiar. Hoy tienen más de 60 años trayendo los mejores productos de Oaxaca y actualmente le surte moles a diferentes restaurantes, pero ir comerlo ahí es toda una experiencia.

Si vas de paso, no dudes en probar el tejate o alguna de las nieves artesanales que tienen a pie de calle. El mole negro es de los platillos más famosos, pero no te vayas con la finta, las tlayudas son espectaculares y tienen un tasajo que les va perfecto.