Además de que es una fuente de proteínas muy amigable con tu cartera, comer pollo es delicioso pero puede traerte problemas a la salud si está crudo.
El manejo higiénico de este producto muchas veces es precario, lo cual lo expone a bacterias como la E. Coli y la salmonella, que causan infecciones estomacales y enfermedades transmitidas por los alimentos.
Lo que debes saber sobre el pollo crudo
La Organización Mundial de la Salud lo cataloga como un alimento potencialmente peligroso pues es difícil asegurar que sea completamente inocuo. La industria, al tenerlo en la mira como un ingrediente barato, escatima en las condiciones de crianza y sacrificio para mantener bajos los precios de venta.
En la mayoría de las granjas existe una sobrepoblación de pollos en espacios muy reducidos, por lo que los animales conviven con bacterias de sus propias heces y pueden permanecer en su piel hasta después de sacrificados.
Esto no sucede con las aves de libre pastoreo aunque tampoco se recomienda comerlas crudas pues no hay completa certeza de que no haya convivido con otros microorganismos tóxicos.
Recomendaciones al cocinar
Asegúrate de que el pollo sea fresco para que sea aún más rico.
Hay varias formas de asegurar que el pollo que comemos no nos hará daño. Checa estos tips sobre seguridad e higiene en alimentos de la Organización Mundial de la Salud:
- El pollo siempre debe tener un aroma dulzón y neutro. Si huele demasiado, está comenzando a descomponerse.
- Se debe cocinar a más de 74°C, es decir, cuando la carne está bien cocida.
- Nunca lavar el pollo pues si está contaminado, las bacterias pueden esparcirse por toda la cocina.
- Siempre lavarse las manos antes y después de su manipulación.
- Evitar la contaminación cruzada, es decir, no mezclar el pollo crudo con otros ingredientes antes de cocinar o comer.
- Una vez cocido, no mantenerlo a temperatura ambiente por más de cuarenta y cinco minutos para evitar que se contamine y las bacterias se reproduzcan.
