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Abre la boca, que va el gin-tonic

Por Animal Gourmet

Si algo caracteriza al hombre, más allá de la capacidad de pensar, es su inventiva. Pero a veces le ponemos tantas barreras a nuestra imaginación que olvidamos lo gratificante que puede ser perseguir una idea loca o sin sentido. Claro que esto no le pasa a todo el mundo.

«Es interesante coger una aspiradora y ver si puedes utilizarla para hacer salchichas», asegura Charlie Harry Francis, un británico que se considera «inventor de comida». El fundador de Lick Me I’m Delicious combina la tecnología -tanto la existente, como las máquinas que él mismo diseña y fabrica- con sus conocimientos culinarios para realizar experimentos inverosímiles.

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Harry ha sacado palomitas de un secador y helados de un gramófono, entre otras inquietantes prácticas. Su última creación, sin embargo, es más bien líquida. Ha fabricado la primera máquina de hacer cócteles que levitan bautizada como Levitron. «Ya hemos hecho un gin-tonic y un bloody mary», dice.

Para tomar uno de estos combinados no hacen falta vasos; el fluido llega directamente a la boca del sediento. El aparato usa ondas ultrasónicas para hacer levitar las bebidas en forma de gotas, que hay que atrapar al vuelo. El británico no lo ha diseñado solo. Ha contado con la ayuda de Bruce Drinkwater, un investigador de la Universidad de Bristol, y su equipo.

El Levitron es solo el primer fruto de un proyecto más ambicioso. Sus responsables amenazan con obtener palomitas flotantes y, en último término, un almuerzo completo suspendido en el aire.

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Las ideas de Harry pueden parecer un sinsentido, pero no es así. Sus máquinas (únicas en el mundo) representan el sello de identidad de su negocio. «Nuestra empresa está basada en la innovación», explica. Y continúa: «combinar la tecnología y la ciencia con el mundo culinario nos permite conseguir resultados increíbles».

El inventor lleva la pasión por la gastronomía en los genes. Su padre era heladero y su madre, «una increíble panadera». Él quería seguir los pasos de ambos, pero sus pies rebasaron la línea que separa lo convencional de lo extravagante.

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Otra de sus creaciones es la Máquina de Niebla Comestible. Se compone de tres troncos metálicos que sujetan tres grandes bolas del mismo material, huecas y divididas por la mitad. De ellas se desprenden vapores de diferentes tonos, con también distintos sabores. Nada más y nada menos que 200: desde pastel de manzana a galleta de chocolate o batido de plátano. Los más atrevidos pueden probarlos valiéndose de una pajita.

Hace falta, sino temeridad, sí altas dosis de coraje para pasar la lengua por dos cremas heladas surgidas de la mente del británico. Una de ellas parece normal al primer vistazo, pero cuando el músculo bucal toca su superficie se transforma. Comienza a brillar como un gusiluz gracias a uno de sus componentes: una proteína fluorescente extraída de medusas.

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Entre los ingredientes del segundo postre se incluyen el champán y la Viagra, una mezcla explosiva donde las haya. Hay que decir que solo fue un encargo particular, aunque seguramente a muchos les gustaría que se vendiera en supermercados.

Propone también una peculiar receta de sopa: introduce las verduras cortadas en pedazos en la lavadora, añade un pollo entero y no olvides la sal y la pimienta (sustituyen al detergente y suavizante en sus respectivos apartados). Elige el programa que prefieras; no importa si para lana o algodón, pero tiene que durar unos 45 minutos. Después, consigue sacar el caldo y viértelo todo en una cazuela al uso. No puede colocarse la máquina encima de la mesa para servir.

Puede que lo que hace este inventor británico te parezca una chorrada, y quizá tengas parte de razón si lo que lo que buscas es lógica y sensatez. Pero precisamente las ideas disparatadas son las claves de su éxito.

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Todas las imágenes de este artículo son propiedad de lickmeimdelicious.com y Dan Regan