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'Tú serás mi hijo': Cuando el vino une más que la sangre

Por Animal Gourmet

Sin duda el rostro apoteósico de la cultura francesa es el más seductor. Aquél que brilla con el esplendor dorado del sol desde tiempos de Luis XIV, como el palacio de Versalles y sus jardines perfectos y magníficos o aquellos vinos Premier grand cru classé y las delicias de comer foie gras.

Sin embargo este mundo de brillo intenso esconde las pasiones más terribles y los sentimientos más peligrosos. Por ello los franceses tienen como válvula de escape el espíritu dionisíaco, alter ego que se manifiesta en la bohemia, en el bajo mundo de París y que ha seducido y atraído a una multitud de artistas y de espíritus sensibles de todos los rincones del mundo.

A veces los franceses necesitan dejar de lado su etiqueta de servicio y comer manjares sencillos con los dedos de las manos y adentrarse en los callejones sombríos de París para encontrar un puchero de seis francos, o la verdulería donde se venden patatas fritas y almejas con perejil, envueltas en tosco trozo de papel de estraza.

Pero, ¿qué pasa en la élite cuando no da con el callejón de escape? ¿Cuándo los protagonistas de la magnificencia se quedan encerrados en el gran palacio? Pues indudablemente se enferman. La comida les empieza a caer mal, los vinos también, y hay una confrontación con el rostro detrás de la máscara que trata de decirnos una verdad.

Eso es lo que sucede con los protagonistas de un film enológico de Francia que nos presenta una tragedia sensacional en Tu serás mon fils, de Gilles Legrand. Con un château de la región de Saint Emilión en Burdeos como escenario, la cinta cuenta la historia de un enólogo que, irremediablemente enfermo, va a morir y por indicaciones médicas no debe beber vino, lo que suscita un grave problema para la continuidad de la producción vinícola.

Paul de Marseaul, el protagonista —interpretado soberbiamente por Niels Arestrup—, es un individuo apasionado por sus vinos y enfermo de su propio poder y orgullo al cual se enfrentará para elegir el relevo de su colaborador clave. Uno de los candidatos entre su hijo Martín, quien se ha preparado a lo largo de los años en la escuela de enología de Burdeos y ha comenzado a asumir ciertas responsabilidades en la bodega.

Sin embargo hay un secreto que Paul guarda y que lo lleva a desplazar a su hijo por una persona ajena a su familia con quien siente total afinidad, y a quien reconoce como su verdadero sucesor.

La película se rodó en ese maravilloso pueblo donde la Merlot y la Cabernet Sauvignon hacen los vinos más elegantes y aterciopelados del mundo; donde muchas cavas se han escarbado con cincel en la profundidad de la montaña y en donde hay una iglesia completamente tallada en la roca, que nos trasmite un profundo sentido religioso y místico.

Los viñedos se visitan sin mayor protocolo. Uno camina en la villa medieval y encuentra tecorrales que dividen las parcelas y se puede caminar libremente entre las vides, con el debido respeto. Recuerdo cuando encontré tirado en el suelo un racimo de Merlot ligeramente seco. Lo limpié con las manos y fui comiendo esas pasitas con un delicioso sabor a vino mientras se ponía el sol y las campanas de la iglesia llamaban a misa.

De Burdeos son los mejores vinos del mundo pero también aquí trabajan enólogos que tratan de competir con los Grands crus classés que son el emblema de la región desde el siglo XIX. La oportunidad más codiciada de estos genios del vino consiste en demostrar su capacidad a un entendido de la élite que vive como natural la sofisticación.

Esto es lo que sucede entre padre e hijo en la película y al mismo tiempo nos recuerda lo que le ocurrió a Marcel, el personaje de Proust, en un hotel de provincias cuando en una noche en que ya no había personal ni comensales en el comedor principal, el maitre se había acomedido con ese cliente solitario para hacerse de una propina y le dijo: “—¿No querrá animarse un poco con un vino viejo del que tengo abajo una bourrique? —seguramente por barrica— No se lo traeré en bandeja de plata como la cabeza de Jonatás, y le advierto que no es château lafite, pero es casi equívoco —por equivalente—. Y como es ligero, le podríamos freir un lenguadito.”

Pero el padre será implacable y terrible, y así le pagará el destino.

¿No se les antoja ver este drama? Lo tendremos este jueves en nuestro festival Los viñedos de película. Nos acompañará Adrién Betous, sommelier de la reputada casa Viñedos de Tradición, y para acompañar un menú elegante: mil hojas de foie gras y un ragú de ave al vino bordelés. Con dos funciones: el brunch a las 12:00 horas y la cena a las 20:00 horas —pero si quieren ver la película completa pueden llegar desde las 18:00 horas—. ¡Los esperamos en El Jolgorio!

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