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Cultivar, cosechar y cocinar: viaja por el mundo y aprende sobre agricultura orgánica

Por Sarah del Moral

Imagina que puedes viajar por el mundo de la mano de la agricultura orgánica. Sí, conocer el origen de tus alimentos mientras te hospedas con familias que te acercan a su cultura; recorrer campos de girasoles desde las 5 de la mañana para distribuir los productos de la cosecha; charlar en la noche con pintores y escritores sobre nutrición y astrología; ir de fiesta y terminar en una casa de músicos donde Patti Smith se hospedó alguna vez.

Vivir estos días es posible. Ya existen organizaciones que te permiten viajar por el mundo sin derrochar cada centavo de tu cuenta bancaria.

¿Un ejemplo? WWOOF, Trabajadores Voluntarios en Granjas Ecológicas, una organización sin fines de lucro que conecta a personas de todo el mundo que desean aprender sobre agricultura orgánica con gente que ofrece y busca ayuda voluntaria.

Esta hermosa experiencia va más allá de contemplar ahorros o viajar de “mochilazo”. Ser un wwoofer implica aprender y maravillarse con la parte más natural del país que decidas visitar, además de un acercamiento más íntimo con la cultura, el idioma y la gastronomía de la región. En serio, no pararás de cocinar y de comer.

¡Es posible! 

Dentro de la plataforma de WWOOF puedes postularte como voluntario o como anfitrión de una granja, viñedo o bosque que cumpla con principios orgánicos o de sostenibilidad. ¿En qué regiones? Desde toda Sudamérica, hasta Estados Unidos, Europa, Asia, Australia y algunos países de África. 

En la mayoría de los países te piden de 4 a 6 horas de trabajo a cambio de comida y alojamiento por un día completo, donde tendrás que realizar tareas que van desde cultivar, cosechar, cocinar y elaborar vino, hasta cuidar animales de granja, preparar alimentos orgánicos y más.

Una vez que te unes a la organización con una membresía que tiene un costo de entre 20 a 70 dólares, eliges tu destino y accedes directamente a una base de datos donde podrás enriquecerte con la información suficiente para elegir un país y negociar directamente tu estancia con el anfitrión de la granja, viñedo o bosque.

A través de redes sociales puedes unirte a grupos de wwoofers de todo el mundo para conocer sus experiencias y aceptar recomendaciones de voluntarios y otros miembros.

Si te sumerges en el mar de comentarios seguro encontrarás a la oveja negra con respuestas negativas que se incomodó por exceso de trabajo, falta de higiene en el lugar de estancia o malos entendidos con el anfitrión del lugar. Es posible y es válido marcharse si el más mínimo detalle no es de tu agrado, lo único que tendrás que hacer en ese momento es acceder a un computadora y buscar otro destino; el proceso y respuesta tarda máximo un par de días.

Cuando decidí empacar y embarcarme en esta experiencia, mi plan original era permanecer en unos campos de lavanda en la provincia de Pisa, en Italia, pero finalmente el destino me llevó a la Toscana y a otras ciudades.

Trabajé en una granja productora de mermeladas y frutos orgánicos, desde el cultivo y la cosecha de fresas, frambuesas, moras y otras frutas, hasta el empaquetado y la distribución de sus productos. Además, coseché en campos de chiles, frijoles y hortalizas y cociné para grupos grandes de músicos.

Durante dos meses comí la mejor comida italiana, llena de sabores de familia que no se perdieron con el paso de los años; bebí vino todos los días de hermosas barricas; desperté con desayunos de ensueño y bebí café italiano frente a paisajes montañosos pintados de verde limón.

Paseé, comí más de 50 helados de pistache frente al puente de Vecchio, visité restaurantes y probé el famoso y jugoso corte de bistecca alla fiorentina cerca de la Catedral de Santa María del Fiore; me regalé un momento para mí con una botella de Chianti que bebí entre los senderos de Lucca…

Hubo museos, playas y conciertos en Arezzo. Mis torpes intentos para hablar italiano me regalaron nuevos amigos; subí montañas y me perdí en ellas.

Sin duda, la comida no sabe igual cuando trabajas la tierra. Ser parte de estas organizaciones es una forma de dar y recibir; es una experiencia que sobrepasa el acto de viajar y se transforma en un estado de conciencia que fusiona tus sentidos con el medio ambiente.