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Los espigadores modernos: recolectores de desperdicios de alimentos

Por Érika Choperena

Cuando Jean François Millet pintó el cuadro de las espigadoras en 1857 no solo hizo un retrato de lo que sucedía en esos momentos en la sociedad francesa, plasmó toda una historia y una serie de detalles que ha sido analizada a lo largo de los años.

Lo mismo hizo la directora de cine, Agnès Varda, en Los espigadores y la espigadora. Es un rodaje que vio la luz en el 2000 en donde muestra cómo ha sido la evolución del oficio hasta llegar a las ciudades.

Los espigadores, el oficio del campo

En las zonas rurales existen figuras como el campesino, el ganadero, el cafeticultor o el artesano pero en Europa también podemos encontrar a los espigadores. Ellos se dedican a recolectar lo que sobra de la cosecha y se queda abandonado en el campo.

Con la llegada de la modernidad y la Revolución Industrial, las máquinas sustituyeron a muchas personas en la agricultura; un tractor enorme comandado por un solo operador podía recoger lo de varios campesinos.

El ahorro en la mano de obra comenzó y  la gente tuvo que buscar nuevas formas de ganarse el sustento ante el inminente desempleo.

A pesar de esto, las máquinas son solo eso y en el siglo XIX no eran tan avanzadas como en la actualidad; a pesar de recoger la cosecha, no llegaban a espacios más pequeños y una gran parte del producto quedaba ahí, desperdiciado.

Aquí entran los espigadores que se dedican a recolectar lo que dejan los tractores; por ejemplo, en un campo de papas pueden quedar más de 100 kilos desperdiciados que eventualmente se pudrirán.

En el cuadro de Millet se observan tres espigadoras agachadas con sus vestimentas tradicionales recogiendo lo que sobra del trigo. Así es el oficio, las mujeres también participan para vender o llevar alimento a sus hogares.

La evolución

El oficio de recolectar lo que otros no quieren sigue y Agnès Varda lo retrata en este rodaje que no pasa de moda, simplemente evoluciona y se traslada a las ciudades en donde recoger las sobras es necesario para comer.

En los campos de Francia -en donde se podía espigar- ahora hay leyes que regulan la cantidad de alimentos que puede ser recolectada.

La propiedad privada es un concepto que hay que tomar en cuenta; sin embargo, la labor de recoger y aprovechar también han avanzado en otro tipo de reformas como las que impiden que los alimentos sobrantes en los restaurantes sean tirados a la basura y por el contrario sean donados a instituciones que lo necesitan.

De igual manera se utilizan aquellos vegetales y frutas que, aunque tienen los mismos sabores, no son tan bonitos ni simétricos y los compradores los desechan solo por eso.

La agroindustria nació con la finalidad de disminuir el hambre en el mundo al producir una mayor cantidad de alimentos; sin embargo, aumentar la producción no fue de gran ayuda y gran parte de estos termina en la basura. 

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), casi mil millones de personas en el mundo padecen hambre. En un escenario como este, tirar la comida parece casi un acto criminal, pero es exactamente lo que sucede.

Ahora existen ciudades que incluso multan a sus habitantes por tirar basura como Seattle o países como Francia que no permite el desperdicio de alimentos en cadenas comerciales y restaurantes.

Los espigadores actuales son aquellas personas que recogen los desperdicios que otros tiran; tal vez ya no todos en el campo sino en las grandes urbes que los dejan marginados.

Mientras haya hambre y falta de oportunidades el oficio seguirá evolucionando y adecuándose para que las personas que buscan alimentos no se conviertan en un número más en la estadística de muertes por desnutrición.