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Historia culinaria de España: La sazón del conquistador

Por Animal Gourmet

La expedición capitaneada por Hernán Cortés llegó a la actual Veracruz en 1519. Se trataba del tercer viaje de reconocimiento del territorio ignoto de la península de Yucatán. La embarcación fue atiborrada de conquistadores, algunos caballos, avíos de guerra, toneles de vino, galletas saladas de trigo y tocinos de carne de cerdo. Semejante pertrecho obedecía a la idea de su capitán de reconocer y poblar un territorio mucho más grande que las islas  descubiertas.

Esto era una afrenta para el Gobernador de Cuba, Diego de Velázquez, que pretendía el pronto regreso de los soldados españoles, con las alforjas llenas de oro de rescate.

Ya en territorio continental llegan noticias de un poderoso y rico emperador, que vive en una ciudad llamada México Tenochtitlan. Tentadas por su ambición, las huestes españolas deciden quedarse a poblar y barrenan sus naves. Las circunstancias exigen un protocólo jurídico y se funda el Ayuntamiento de Veracruz, el cual nombra a Hernán Cortés como su capitán, quien decide avanzar hasta llegar a esa ciudad excepcional de la que los indios hablaban.

Una vez resuelto el trámite legal se impone la lógica del estómago y surge la inquietud por saber qué comer. El estudio de la conquista militar de México no puede soslayar este aspecto, sin duda el más básico de la condición humana.

Los españoles formaron relaciones con los pueblos mexicanos para satisfacer el hambre sin saber que serían sus aliados para la Conquista. // Foto: Especial.

Los españoles formaron relaciones con los pueblos mexicanos para satisfacer el hambre sin saber que serían sus aliados para la Conquista. // Foto: Especial.

No por un interés meramente anecdótico que resuelva el enigma de qué comían los conquistadores; creo que tal cuestión ni siquiera nos interesaría a los gastrónomos, pues sabemos que en ese ese mismo momento histórico había mejores mesas dignas de la más refinada labor culinaria, como los banquetes de Moctezuma, del Gran Khan o del Sultán Otomano.

Lo que verdaderamente nos debe interesar del fenómeno alimenticio es la relación económica y política que conlleva suministrar alimentos a un ejército en plena campaña y en un territorio desconocido. Los alimentos cuestan, luego entonces alguien debió pagarlos y por razones especificas.

Debemos entender que los alimentos no son un problema cuando los tenemos, cuando los podemos conservar y cuando los podemos trasladar a nuestra conveniencia. Si esto no sucede, la alimentación se vuelve el problema prioritario que hay que resolver. Es por ello que la primera conquista española fue por los alimentos, para saciar su hambre.

La primera conquista española fue por los alimentos, para saciar su hambre

Para los españoles fue fundamental atraerse esos suministros para lograr la conquista. Por ello buscaron siempre plantear una negociación pacífica con los pueblos que fueron encontrando en su camino hacia México Tenochtitlan.

Pero después de la comida, de postre la política. Vemos a un jefe, el cacique gordo del pueblo de Cempoala, quejándose de Moctezuma y sus gobernadores con Cortés, diciéndole que “les tiene tan apremiados que no osan hacer sino lo que les manda”. Reclamos con los que Cortés fue tejiendo sus alianzas en contra de México Tenochtitlan.

Estos gestos de escucha atento, y de ofrecerse como alternativa a la tiranía, siempre le fueron recompensados con un suministro eficaz de alimentos y mano de obra por parte de los indígenas. Sin este bordado fino de política y buen comer, la conquista de México por un puñado de zafios españoles hubiera sido imposible.

Para los indios  totonacos, cempoaltecas y sobre todo tlaxcaltecas, su acercamiento con esos extraños que contaban con poder y armas resultó económico y sencillo. Esos que venían del mar por el oriente y que conquistarían meses más tarde la ciudad de México Tenochtitlan.

Ofrecían tortillas de maíz y guajolotes (pavos) a cambio de poder frente al opresor. Pero en el fondo ¡qué humano proceso de convivencia!: dos sociedades distintas comulgando a través de compartir los sagrados alimentos.

Afortunadamente esa actitud de hospitalidad la conservan el pueblo mexicano y el español hoy en día.