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Historia culinaria de España: El chile de la Conquista

Por Animal Gourmet

Para los españoles, el viaje a México Tenochtitlan implicó un cambio de hábitos alimenticios a los que no estaban acostumbrados. No fue lo mismo conquistar las Antillas acompañados de tocinos, pan y vino, que adentrarse en un territorio a expensas de encontrar otro tipo de alimentos diferentes y novedosos.

En este punto vemos a los conquistadores conquistados no con armas mediante una lucha, sino con tacos, guajolotes y frutas. Un ejemplo bellísimo lo ofrece el mismo Bernal y las ciruelas mexicanas: “cada uno llevó una carguilla de ciruelas a cuestas que en aquella sazón era tiempo dellas (…) e que les dió por las ciruelas un sartalejo de cuentas amarillas”[1]. Una conquista gastronómica que los volvió más poderosos. No sólo por los estimulantes del cacao o del chile, sino porque supuso un nuevo gastrosistema a partir del apoderamiento de la tierra a través de sus frutos.

A este respecto podemos mencionar que el descubrimiento de éste último ingrediente mexicano revolucionó la comida española para siempre.  Se trata del condimento mexicano por excelencia que dota de un aroma y picor intenso a los guisos. Se utilizaba y se sigue utilizando fresco y picado en salsas que se añaden a los famosos tacos.

También para las ensaladillas de nopales y de muchas hierbas comestibles de la región. Se suele tatemar (asar directamente al fuego) para molerlo y agregarlo a las salsas, confiriéndoles un sabor ahumado y dulce muy particular. Y también está la variedad seca al sol, que deshidrata la piel carnosa y que se muele junto a otros ingredientes como chocolate, plátano, almendras y pipas de calabaza para lograr salsas untuosas, complejas en sabores y aromas.

No tardaron en incorporar su bagaje cultural y empezaron a hacer los chiles frescos y también los secos en escabeche

Los españoles se acostumbraron a esta sazón fogosa. No tardaron en incorporar su bagaje cultural y empezaron a hacer los chiles frescos y también los secos en escabeche, como las antiguas recetas árabes. Cuando este delicioso fruto llegó a España se aclimató al suelo extremeño dando pimientos menos picantes, ligeramente dulces. Siguiendo las técnicas americanas lo secaban al sol para luego molerlo.

Este condimento, que derivó en la alegría generalizada de un pueblo que esperaba ansioso una mejor condición de vida a partir de hacer la América. La otra forma de tratar el pimiento, la de quemarlo al carbón, se utilizó prolíficamente para luego rellenarlo de múltiples guisos como carne picada, setas, bacalao, centollo, caracoles y setas, entre muchos otros.

En Navarra se volvió emblemático el pimiento del piquillo. Y en el sur levantisco forma parte de una dieta mediterránea común a países del Magreb e Italia.

Los conquistadores en México lucharon contra el antojo y la memoria emocional vinculada a él. Debieron de renunciar momentáneamente a los recuerdos de aromas y sabores oriundos de su tierra. A este propósito, vale la pena mencionar el capítulo de la llegada del capitán español Pánfilo de Narváez en contra de Hernán Cortés a media conquista. Unos soldados que el conquistador había mandado a buscar ciertas minas cerca de la costa, al ver una armada española en el mar, se acercaron a ver quiénes eran y subieron a uno de los navíos.

En un acto fanfarrón, Narváez “liberó” a los soldados del yugo de Cortés, diciendo que él era ahora el capitán. “Y como comían con el Narváez y bebían vino y hartos de beber demasiado vino estabanse diciendo los unos a los otros delante del  mismo general: mira si es mejor estar aquí bebiendo buen vino que no cautivo en poder de Cortés, que nos traía de noche y de día tan avasallados que no osábamos hablar, y aguardando de un día a otro la muerte al ojo”[2].

¿Nostalgia por la Rioja y por la Ribera del Duero? Yo también la tendría. Capaz que con un barco lleno de toneles de vino Narváez hubiera ganado la voluntad de todos los españoles y la historia sería otra.

Fuera de bromas, es un hecho de nuestro tema que obliga a la reflexión. Vemos a unos soldados cuestionándose su empresa de conquista al beber algunas copas de vino. Nostalgia por una España lejana, que alivia las penas cotidianas y la sed con “sangre de Cristo.” Añoranza indispensable para lograr el proceso civilizatorio que iniciaran los españoles en América. Pues estos estuvieron dispuestos a construir en el nuevo territorio una vida acorde a su bagaje histórico, a sus gustos, a sus costumbres pero que inevitablemente habrán de incorporar todas las influencias fecundas de esta tierra americana.


[1] Ibid ., p. 99.

[2] Bernal Díaz, op. cit., p. 231.