A los mexicanos nos encanta la comida, basta mirar las calles de la Ciudad de México —con sus puestos de lámina que ofrecen los antojitos más ricos— para daros cuenta de lo importante que es la gastronomía para nosotros. No importa el rumbo que tomes, en cada colonia encontrarás varias esquinas que son famosas por sus puestos callejeros.
La regla es simple, mientras que el lugar se vea limpio y haya mucha gente, no hay nada que perder; al contrario, puede ser que te encuentres en tu nuevo puesto de comida favorito.
Nada aporta más calma al estómago enfurecido de un mexicano hambriento, que unos buenos tacos. En materia de tacos hay tanto que decir, que la lista es bastante larga. Los hay de pastor, bistec, suadero, tripa, lengua, sesos, cabeza, longaniza, campechanos y hasta los de ojo; también hay de cochinita, carnitas, barbacoa —que se piden surtidos o de maciza—, los de birria y los de guisado; prácticamente hay tacos de lo que imagines.
La gloria de los tacos se alcanza con las coloridas salsas, ellas le dan el sabor picoso que nos encanta; el jugo de limón otorga un particular sabor cítrico y la verdura da el toque final. No hay nadie que se resista a estas delicias.
—¡Una quesadilla de pollo sin queso, por favor!— ¿Habrá platillo en México más polémico que las quesadillas? Que si llevan queso, que si no lo llevan. Como sea, de pollo, tinga de res, flor de calabaza, hongos, papa o sólo el quesillo, las quesadillas son fabulosas.
Las gorditas de chicharrón, sopes, huaraches y pambazos son imperdibles en este tipo de puestos donde, en su mayoría, las tortillas son hechas a mano y en el momento. Para los inexpertos, es todo un reto sentarse en los pequeños banquitos de plástico de colores, comer con la mano y no mancharse de salsa la ropa.
¿Cómo decirle que no a una torta de tamal verde o “guajolota”? Es lo que permite llegar con la “panza llena y el corazón contento” a trabajar. En México, hay muchísimos tipos de tamales pero los más comunes son los de hoja de maíz y los “oaxaqueños” de hoja de plátano.
Ya sea que vayas al puesto más cercano o que los compres con el señor de la bicicleta, los de rajas, los verdes, los de mole y los de dulce enamoran cuando los acompañas con un atole calientito.
Un gran vaso de unicel resguarda un delicioso licuado. De mango, mamey, fresa, plátano o chocolate, esta cremosa bebida se agradece por las mañanas, en especial cuando las frutas son de temporada y su sabor es más rico.
Por otro lado, los vasos de papaya, melón, piña, fresas y sandía son coronados con granola y miel, el perfecto desayuno para los que buscan algo dulce y sano. Detrás de kilos y kilos de naranjas, se encuentra el señor de los jugos, quien exprime las frutas y verduras más ricas para extraer de ellas los jugos que llenan de color las calles.
No importa la hora, si tienes hambre o algún antojo, sal y camina un par de calles hasta encontrar el puesto que te invite a probar sus creaciones. Lánzate a la aventura y descubre esos pequeños lugares que te harán disfrutar la comida mexicana tal y como es, sencilla y deliciosa.