Demonio inmenso es la denominada trampa epidemiológica. Inmenso e imbatible cuando las políticas públicas poco sirven, y corrupción e impunidad son regla. México es triste ejemplo del retrato previo. Basta repasar el número de pobres.
Las encuestas proporcionadas por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) revelaron que hay 55 millones de pobres, de los cuales 11 millones perviven en pobreza extrema; es decir, carecen de recursos para alimentarse. Estas cifras representan 46% de toda la población.
Lo peor que le puede suceder a un país, en materia de salud, es caer en dicha trampa epidemiológica. De acuerdo con ésta, en los países en desarrollo los segmentos desfavorecidos en los rubros social y económico, principalmente los niños, mueren por desnutrición o debido a problemas infecciosos, como diarreas y neumonías. En tanto, los mayores fenecen por enfermedades crónicas, algunas asociadas con malos hábitos, como sedentarismo, dieta inadecuada, tabaquismo, diabetes, obesidad e hipertensión.
Insalubridad y pobreza son un funesto binomio. La ausencia de salud política del Estado es la responsable de éste, y de la mayoría de las enfermedades de los pobres. Los menores sin recursos enferman o mueren por el descuido e irresponsabilidad del Estado; los mayores en situación de pobreza porque sacian el hambre y la de los suyos con alimentos ricos en carbohidratos —son los más baratos—, y bajos en proteínas y en fibras.
Importantes segmentos poblacionales mueren debido a la pobreza y sus consecuencias: desnutrición y obesidad. Dos datos:
Nuestro país se encuentra atrapado en esta trampa cuya realidad es ominosa. Destaco tres razones. Primera: es doloroso que enfermen o mueran infantes por padecimientos previsibles o a causa de mala nutrición. Segunda: el tratamiento de enfermedades crónicas asociadas a malos hábitos dietéticos es imposible de pagar (diálisis, puentes coronarios). Tercera: es impensable que se solucionen las razones de la trampa en naciones donde corrupción y robo son regla.
Thomas de Quincey, gran escritor inglés, decía, “descubrir un problema nuevo es tan importante como solucionar uno viejo”. En México sabemos mucho de incontables fraudes y conocemos infinidad de historias de hurtos y conductas amorales de políticos, pero, lamentablemente, poco solucionamos. La pobreza aumenta, el hambre persiste, los niños pobres mueren pobres y los adultos sin recursos por complicaciones de obesidad.
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