Aunque no lo creas, el diente de león se come y así ha sido por muchos años; de hecho, su consumo se ha desplazado por las espinacas y acelgas por tener sabores similares.
Sus partes comestibles son las hojas, tanto frescas como adultas, aunque estas últimas no se pueden consumir crudas porque tienen cierto amargor.
Para retirarlo, lo único que tienes que hacer es hervirlas.
Con su raíz seca y molida también se elabora un té que –dicen- sirve para adelgazar, pero nosotros no lo hemos comprobado.
El diente de león se puede recolectar todo el año, pero con el comienzo de la floración, se va volviendo cada vez más amargo. El mejor momento para recogerlo del campo es en marzo, abril y mayo.
Si aún en estas temporadas su sabor es demasiado amargo para ti, puedes blanquear las hojas sumergiéndolas en agua caliente o dejándolas reposar previamente cortadas en agua fría durante cierto tiempo.
Estas flores amarillas forman grandes ramilletes, visibles desde primavera hasta el verano en las praderas y hasta en las orillas de algunas banquetas en la ciudad.
Algunas personas las consideran como plaga por ser silvestres, pero si crecen en tu jardín, no las arranques hasta que conozcas todos sus beneficios y sobre todo, su delicioso sabor, un tanto parecido al de la arúgula.
El diente de león se aprovecha industrialmente para la producción de productos farmacéuticos naturales y mezclas de tés.
En la medicina de la Antigua Grecia, civilizaciones árabes y del México Prehispánico, ya se apreciaban sus propiedades:
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