
Las posadas navideñas de la familia Cedillo Pomar tiene este año una invitada especial, se trata de la Virgen del Carmen que ha salido para llegar a bendecir los hogares de siete familias.

Después de una lista de espera de cinco años, la familia Cedillo Pomar recibe en su hogar a la Virgen del Carmen que salió de la Parroquia de los Santos Reyes, ubicada en el pueblo del Peñón de los Baños, en la alcaldía Venustiano Carranza en la Ciudad de México, para bendecir los hogares que le darán posada a lo largo de 7 días.
La posada a la Virgen se realiza del día 16 de diciembre al 23 de diciembre y durante ese periodo las familias seleccionadas, a través de una larga lista de espera a la cual se inscriben años atrás, se preparan para tirar la casa por la ventana.
Se trata de una tradición que lleva muchos años arraigada en las entrañas del Peñón de los Baños, uno de los barrios más antiguos de la Ciudad de México y famoso por sus aguas termales desde tiempos prehispánicos.
Esa noche todo es fiesta, la virgen es recibida con música, globos, entre aplausos, porras y sonrisas. El ritual marca que al llegar la virgen se ofrezca una cena para todos los vecinos, para esta ocasión, la familia Cedillo ha preparado flautas de carne, papa y ponche. Rompen piñatas y la banda da aviso que es momento de abrir pista. La Virgen está en casa.

Anabel Cedillo recuerda que años anteriores, a los niños se les regalaban aguinaldos con fruta, galletas y colación, pero al haber cambiado los hábitos actualmente se les da dulces y pelotas. La posada dura toda la noche y parte del día, al término la Virgen se prepara para llegar a su siguiente hogar.
Este año, los Cedillo Pomar cooperaron con mil pesos, por familia, monto que cubre todos los ingredientes para la cena, adornos, el pago para la banda de música; los nietos y bisnietos se encargan de comprar las piñatas y amigos de la familia preparan el ponche y, entre todos, ponen los dulces para los aguinaldos.

La tradición de recibir a la Virgen del Carmen no es la única que está inmersa en la familia Cedillo Pomar, desde hace 60 años también reciben a los peregrinos guadalupanos, cuando la matriarca y patriarca de la familia, Teodora Pomar Olvera y Juan Cedillo Damian, alimentaban y les ofrecían baño a todos los que llegaban hasta el número 140 de la calle Matamoros.
“La gente del pueblo del Peñón de los Baños les cooperaban a mis padres. En la tortillería, les daban tortillas, les daban pan, lo que podía contribuir para que esa gente que venía cansada y con devoción hacia la Basílica de Guadalupe, se les brindara una comida, un vaso de agua”, señala Anabel Cedillo.
Al fallecer el matrimonio, los hijos continuaron con la tradición de alimentar a los peregrinos provenientes de distintas partes de Veracruz y Puebla. En aquellos años preparaban 10 guisados, uno por cada hijo, y salían a ofrecer los alimentos, con los años esa dinámica se modificó a lo que hoy en día sucede, los hermanos reúnen dinero para cocinar un solo guisado que se complementa con café y pan.
“Seguimos nosotros con esa tradición, recibiendo a la Virgen con mucha devoción y pues regalando un poco de lo que nos regala la Virgen”, agradece Juan Cedillo.

Anabel Cedillo señala que los peregrinos que año con año llegan hasta su hogar, en su mayoría, son personas que trabajan en el campo, y como un acto de agradecimiento les llevan manzanas y peras.
“Estamos muy orgullosos de lo que nuestros padres hicieron porque eran unas personas que compartían lo que ellos tenían […] ‘primero la gente y luego nosotros´era una frase que decían mis padres”.
Por su parte, Juan Cedillo recuerda que hace 4 años enfermó y le prometió a la Guadalupana que si salía adelante regalaría cada año tortas a los peregrinos, sumando 50 tortas por año. Este 2025 entregó 400 tortas y refrescos.
“Yo me vengo preparando desde hace 6 meses para esta ocasión. […] mis hermanos son los que ahorita me apoyaron para preparar tortas y mi hermana me apoya económicamente. Entonces gracias a ellos pues he podido sacar este compromiso adelante”.
Para la familia Cedillo Pomar los alimentos son unión, al prepararlos se reúnen y conviven. Agradecen poder estar juntos, además de compartir con los demás un poco de lo que da la Virgen.
“Es una satisfacción el compartir, el dar. Entonces, invitamos a todos los que quieran unirse con nosotros o que por su lado quieran compartir un poco de lo que Dios les ha dado. De verdad que lo hagan […] Mucha gente viene de muy lejos”, expresó Anabel Cedillo.

Lo que la familia Cedillo Pomar ha hecho año con año y que forma parte de sus creencias, conocimientos y de prácticas heredadas y/o aprendidas en términos académicos se le denomina comida ritual.
La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), define en el texto Comidas Rituales en el Mundo Nahua II, a la comida ritual como la disposición de algunos alimentos para ocasiones especiales, que siguen ciertas estipulaciones y que cumplen una función específica relacionada con costumbres, ritos o creencias. Estas comidas, crean una comunión entre los participantes y generan un estado de empatía.
Por su parte, el proyecto Eccocinas llama cocina ceremonia–ritual, a un espacio social que se construye con la finalidad de contribuir a una celebración colectiva; es, entonces, un espacio de diálogo, respeto, jerarquías y de organización interna en torno a la preparación de comida con una carga simbólica espacio–territorial que abona a la práctica de una celebración colectiva bajo el marco de un ritual.

Es bajo esa ritualidad que cada integrante de la familia Cedillo ocupa un lugar y posición importante para que cada plato que llega a manos de los peregrinos y visitantes de la Virgen salga con presión.
En cuestión de minutos todos toman su posición y es como ver un vals comenzar: mientras los hombres se encargan de colocar los fogones y cargar los tanques de gas, las mujeres comienzan a picar cada uno de los ingredientes que más tarde se convertirán en flautas crujientes que decenas de personas comerán con singular alegría. Los niños corren por el patio y hacen pequeños mandados. Todo esto sucede entre risas y chistes, que como lo menciona Anabel Cedillo, los une como familia.

Al final, la comida trasciende más allá de alimentar el cuerpo se trata de ese hilito rojo invisible que nos conecta con nuestros antepasados. En la familia Cedillo Pomar, cada flauta servida, cada ingrediente picado y cada risa compartida se convierte en una forma de oración, en un gesto de gratitud y de pertenencia.
Al recibir a la Virgen del Carmen y a los peregrinos se reafirma la memoria colectiva de quienes estuvieron antes y la esperanza de quienes continuarán después. Así, la cocina deja de ser solo un espacio físico para transformarse en un territorio sagrado donde la fe, el afecto y la tradición se sirven calientes, recordando que lo verdaderamente esencial no está en la mesa, sino en el vínculo que la sostiene.