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La compleja simplicidad de un huevo frito

Por Animal Gourmet

Tres ingredientes: huevo, aceite de oliva y sal. Dos herramientas: un buen sartén y una cuchara sopera. Eso hace a un maravilloso -o no tanto- huevo frito.

La simplicidad absoluta, y probablemente la prueba más evidente de quien es o no un buen cocinero, es un huevo frito.

Aunque suena fácil, prepararlo requiere conocimiento, técnica y denota de forma muy clara el tipo de persona que es la quien lo cocinó y el cariño por hacerlo bien, porque eso es gran parte de la cocina: cariño.

Fácil pero difícil: un huevo frito perfecto

Tenemos la teoría de que la observación precisa de cómo hace o cómo pide un huevo estrellado alguien es una muestra de lo que esa persona es.

Apreciamos a los cocineros que ante la pregunta: “¿cómo pides tus huevos?”, responden “tiernos” y celebramos a los que, sabiendo de huevos fritos, hasta logran que las orillitas burbujeen y se doren muy ligeramente formando una pequeña costra crujiente alrededor y manteniendo la yema suave y cremosa.

“les llevo más de 20 años y más de 40 kilos pero lo que me hizo saber que seríamos amigas fue probar sus huevos fritos”

Para los que atinadamente asumen no saber hacer un buen par de huevos fritos, les compartimos nuestra técnica, pues esta no es receta, es una serie de tips que nos han dado grandes resultados:

  • Un sartén antiadherente al fuego con aceite de oliva abundante (al menos ocho cucharadas por huevo). Primer truco: la temperatura del aceite, ni tan tan, ni muy muy; es decir, caliente pero no humeante.
  • Con ello listo, se rompen con cuidado dos huevos, uno por uno, despacito sobre el aceite. Segundo truco: la temperatura del huevo también incide en el resultado, por lo que no hay que guardarlos en el refrigerador.
  • Así, comienzas a freír ayudándote de una cuchara sopera con la que “recoges” aceite caliente y lo dejas caer suavecito sobre la yema y el resto del huevo logrando una cocción tierna y un terminado “bañado”.

Una mujer catalana nos dijo hace años sentadas sobre una banqueta del Ensanche, en Barcelona: “les llevo más de 20 años y más de 40 kilos pero lo que me hizo saber que seríamos amigas fue probar sus huevos fritos”. Ustedes dirán… 😉

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