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Alimentos versátiles que colorean textiles y deleitan al paladar

Por Mariana Toledano

Teotitlán del Valle en Oaxaca, es un poblado reconocido por su producción de textiles a base de lana de borrego, chivo y llama —traída desde Perú—. Lo que hace especial a este trabajo es la calidad del tejido y el colorido de la lana, el cual se obtiene de manera natural a partir de frutas, raíces y hierbas.

En el taller de Bulmaro Pérez, él y su familia se encargan de recolectar los productos que luego de ser hervidos en agua, darán color a la lana. Auria Bautista, esposa de Bulmaro, cuenta que algunos de estos pigmentos son utilizados también en la cocina:

  • Achiote: Condimento muy usado en la gastronomía yucateca, proporciona el color naranja.
  • Flor de cempasúchil: Utilizado en las ofrendas de Día de Muertos y en algunos guisos, da a la lana un color amarillo oscuro.
  • Cúrcuma: Especia con la que se prepara el curry, aporta un color amarillo claro.
  • Hojas de nogal: Se bebe en infusiones para contrarrestar varios males, da un color café.
  • Cáscara de nuez: Al mezclar la lana gris con estas cáscaras se obtiene el color verde olivo.
  • Grana cochinilla: Parásito del nopal de Castilla muy utilizado como colorante rojo natural, aporta un color rojo muy intenso.
  • Granada: De esta fruta se puede utilizar su cáscara o las semillas para obtener tonos cafés, amarillos y rojos.
  • Índigo: De él se obtiene un colorante de la industria alimentaria, genera un color azul muy característico.
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El achiote, la cáscara de la granada, la flor de cempasúchil y la cúrcuma se emplean en la cocina y en la pigmentación de textiles. // Foto: Mariana Toledano

Con sólo 25 productos, Bulmaro es capaz de producir más de 400 tonos de lana distintos. Esto se debe a que, luego de machacar cada producto en el metate, se le agrega cal, miel o limón. Al jugar con los componentes, el pH de los productos cambia, lo que hace posible obtener tonos distintos de la misma raíz.

—Tan sólo de la grana cochinilla podemos sacar más de 60 colores como lo hacían los antiguos zapotecas para usarlos sus pinturas, sus túnicas, sus textiles y algunos platillos.— Explica orgulloso Bulmaro.

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Al combinar la grana cochinilla con otros productos como cal, miel o limón se obtienen más de 60 tonos distintos. // Foto: Mariana Toledano

Para que estos colores se impregnen en la lana es necesario primero lavarla con amole —una raíz que actúa como jabón natural— y sumergirla durante varias horas en el agua con pigmento hasta obtener el color deseado. Se añade el tejote —que funciona como fijador natural—, se deja secar dos días al sol y estará lista para ser tejida.

El taller de Bulmaro, quien forma parte de la novena generación de tejedores, cuenta con 29 telares que van de los 10 centímetros a los cuatro metros de ancho, todos son manejados por los miembros de la familia. Su hijo menor tiene 15 años y ya hace tapetes preciosos, cuenta que tarda casi dos meses en terminar uno de un metro.