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Tus papás te hacían esto de lunch y seguro lo odiabas

Por Mariana Toledano

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Los papás siempre son los culpables de todo. Si no lo creen, pueden hacer este test y lo entenderán. De entre todos los traumas y problemas que nos generan, los que más dolor nos dan son los vividos en la escuela (pues nunca falta el niño que aprovechará cualquier falla para reírse de uno). Es en este rubro que encontramos el peligroso almuerzo escolar, también conocido como lunch.

Mis papás, aunque más veces mi mamá, se levantaban unos 15 minutos más temprano para prepararnos a mi hermano y a mi nuestro almuerzo. No es que no les agradezca, sólo que en algunas ocasiones las elecciones no eran las mejores. El sabor nunca fue el problema sino la elección de platillo y la forma de transportarlo.

Este es un pequeño recuento, sacado de mi traumada memoria, así que toma tu lunchera, sal a tu fuente más cercana y disfruta de esta lista de los peores lunches escolares.

Sandwich sin lunchera

No tengo nada en contra de un buen sandwich (siempre y cuando no sea de pan blanco porque ese se te queda bien pegado en el paladar). La gran bronca con el sandwich ocurría cuando no llevabas lunchera o sandwichera.

Decidías entonces guardarlo en la mochila y entre la pesadez de los libros y que usabas la mochila hasta como balón de futbol, el emparedado quedaba totalemente aplastado. Terminaba pareciendo más una sincronizada que un sandwich. A todo esto, agrégale que la servilleta se pegaba en el queso y el jamón y pasabas más de la mitad del recreo quitándola del emparedado.

Asumo la parte de responsabilidad que me toca pues por alguna extraña razón los niños creemos que llevar lunchera a la escuela es símbolo de inmadurez. Por ello, dejamos de usarla, pues según nosotros somos bien maduros.

Sandwich de queso de puerco

Hace un momento dije que no tenía nada en contra del sandwich. Déjenme hacer una aclaración: El sandwich de queso de puerco es lo peor que hay en el mundo.

Estás en la escuela y resulta que mueres de hambre, pero sabes que traes lunch así que cuando llegue el recreo cuentas con él. Eso te tranquliza. En eso, descubres que lo que hay dentro de esas dos rebanadas de pan es queso de puerco. ¡¿Qué demonios es el queso de puerco?! No se ve bien, parece de plástico y no sabe nada bien. Odiamos este lunch porque sabe mal y es un engaño.

Torta de huevo

Estando en la comodidad del hogar, una torta de huevo con frijoles no es nada despreciable, pero en la escuela la cosa cambia. De entrada, para cuando llegaba la hora del lunch, el huevo ya estaba frío y francamente el sabor no era el mejor. Segundo, el factor frijoles generaba problemas que podían terminar en múltiples manchas en playera y pantalón. Y por último, el olor a huevo no es nada agradable (algo similar ocurría con el sandwich de atún), y lo es menos que tu seas el culpable de ese aroma encerrado en un salón. Nada como un aula de secundaria que huela a torta de huevo y a obo (un clásico estudiantil).

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Torta (de cualquier ingrediente) con pan viejo

Las tortas son un deleite siempre y cuando el pan esté fresco. Tampoco somos exigentes, no queremos que sea recién salido del horno, pero no nos caería mal que no pasara de un par de días de antigüedad.

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Las tortas viejas se dividen en dos tipos:

  • Con pan duro. Aquella torta que destroza dientes y hasta podría ser usada como un arma en caso de ataque. Es aquella que cuando por fin logras darle la mordida, el pan se desmorona todo y terminas lleno de migajas hasta en lugares que no sabías que existían.
  • Con pan chicloso. Es esa torta donde el pan se guardó tanto dentro de una bolsa de plástico que evitó endurecerse pero que acabó chicloso. Morderlo es casi imposible y requiere de gran fuerza en los dientes frontales y en el brazo para jalar la torta. Es extremadamente peligrosa si hay alguien cerca, pues podrías termina dándole un golpe a la hora del jaloneo.

Salchichas preparadas con jugo Maggi

Este es uno de esos manjares que uno espera toparse en una buena botana. Sin embargo, nos encontramos una vez más con el problema del transporte a la hora del lunch escolar. Si las salchichas no estaban almacenadas en un buen tupper ocurría una tragedia. Nomás abrías tu mochila y con el olor tenías suficiente para saber que todo el jugo Maggi estaba regado en libros, cuadernos y demás útiles escolares.

Los siguientes 15 minutos eran de limpieza, tratando de rescatar lo más posible, entre las risas de los compañeritos. Lo peor, que el olor permanecía por meses impregnado en todo lo que el jugo tocó a su paso (tengo un cuaderno de aquellas épocas para probarlo).

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Fruta

La fruta es maravillosa. Dicho esto, puedo criticarla a gusto. A menos que tus papás te pongan un melón completo de lunch, dudo que sirva para satisfacer las necesidades alimenticias de un niño en plena etapa de desarrollo. Ahora bien, lo que más me molestaba era cuando se les ocurría ponerte un mango sin su tenedor especial: Batidillo en cinco, cuatro, tres, dos…

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Yogurt bebible

Primero, habla del poco esfuerzo que invirtieron tus papás en alimentarte. No quiero ser duro, pero es casi como si no te quisieran. El yogurt bebible requirió del mínimo esfuerzo de tus papás y además resulta ser un lunch engañoso.

Llega a tus manos con la promesa de ser una comida completa en una sola bebida, pero la realidad es que mientras todos tus amiguitos le hincan el diente a un buen sandwich, tu estás tomando un yogurt que sólo te quitará el hambre por escasos 30 minutos. Y luego cómo quieren que uno no termine comiendo papitas, cacahuates y el lunch que le robamos al compañero.

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15 pesos

No quiero ser duro, pero esto quiere decir que tus papás no te quieren. Entiendo perfectamente que las múltiples ocupaciónes de tus progenitores les hace casi imposible prepararte algo, pero ¿15 pesos?

El problema no es que te den dinero, al final uno sabrá invertirlo sabiamente en la cooperativa escolar (donde mínimo hay unos molletes que no saben tan mal), la bronca es que con 15 míseros pesos te alcanzará sólo para unas papitas y un chesco.

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Nada

Definitivamente el peor lunch escolar es el que no te dan. No es ninguna sorpresa, pero me gusta mencionarlo porque es gracias a esto que nace la bonita tradición de mendigar. Así, durante los pocos minutos de recreo, recorres todo el patio escolar buscando que alguien te comparta de su lunch o te regale un peso. Todos nos topamos con un compañerito diciéndonos “Amigo, ¿me regalas de tus papas?”, ese era yo y me pagó la Universidad.

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