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Bienvenido al mundo del yoghurt: cinco tipos y los beneficios de los lactobacilos vivos del yoghurt

Por Mayra Zepeda

Uno de los maravillosos resultados del intercambio de sabores entre continentes fue el yoghurt. Esta delicia cremosa se originó en Asia y llegó a Europa a través de Turquía y Bulgaria para de ahí viajar al mundo entero.

En realidad, el culpable de que Occidente haya conocido el yoghurt fue el ganador del Premio Nobel de Medicina en 1908, Ilya Mechnikov, porque estaba convencido de la relación directa de este alimento con la longevidad de los seres humanos.

Más de cien años después, el yoghurt de hoy es leche pasteurizada fermentada por dos bacterias vivas, la lactobacillus bulgaricus y la streptococcus termophyllus. Estos microorganismos son los responsables de que el yoghurt se digiera mejor y más rápidamente que otros productos lácteos.

¿Por qué? La razón es que durante la fermentación de la leche –que puede ser entera, descremada o semidescremada- los lactobacilos vivos rompen a la lactasa y se la comen. Por ello, el yoghurt solo contiene entre 4 y 5 gramos de lactosa por porción* y puede ser mejor tolerado que otros lácteos incluso para los intolerantes a la lactosa.

Esta maravilla es muy socorrida en las dietas a nivel mundial debido a que está repleta de proteínas, vitaminas y calcio, indispensables para el buen funcionamiento del cuerpo.

Es muy importante no olvidar que parte de los beneficios del yoghurt está relacionada con la presencia de lactobacilos vivos, por lo que si no lo refrigeras adecuadamente estas bacterias mueren.

La próxima vez que compres uno, mételo al refri y consérvalo ahí hasta que lo comas.

*la mayor parte de las personas que no digieren bien a la lactosa pueden consumir entre 9 y 12 gramos de lactosa.

¿Y cómo escojo mi yoghurt favorito?

Fácil: ¡probando! ¿Te gusta natural, un poco más dulce, con frutas, miel, granola?

A continuación te damos una breve clasificación de los yoghures que puedes encontrar en el mercado mexicano para que no te pierdas en el mar de opciones:

*Yoghurt regular: es el original, hecho con leche semidescremada y contiene lactobacilos vivos. Tiene de 3 a 4 gramos de lactosa por porción y es bueno para todos, incluso para los intolerantes a la lactosa. Lo puedes encontrar en formato sólido o bebible, con o sin frutas, o natural. Es tan versátil que puedes añadirle lo que gustes: frutas, miel, cereales o semillas.

*Yoghurt natural sin azúcar: es el más natural, solo hecho con leche fresca y fermentos naturales. No contiene colorantes, ni estabilizantes, ni tampoco azúcar añadida.

*Yoghurt bajo en grasa: hecho con leche semidescremada, lactobacilos vivos y contiene de 2 a 5 gramos de grasa, máximo.

*Griego: durante los últimos años el consumo de este tipo de yoghurt se ha popularizado. La diferencia con los otros es que se filtra y se elimina el suero de leche, por lo que es un yoghurt más denso, más espeso. Si se le añade azúcar o frutas el sabor puede ser tan dulce como el de los yoghures convencionales. A nosotros nos gusta utilizarlo como sustituto de crema en recetas de postres.

Otros yoghures

No todos los yoghures están hechos de leche de vaca. También hay de leche de cabra y de oveja, de soya, el “skyr” (un producto islandés que se filtra cuatro veces, por lo que es superdenso y con un contenido mayor de proteínas), el australiano (muy parecido al yoghurt regular), de almendras (sin leche, pero alto en fibra y calcio, bajo en grasa y sodio) y de coco (tampoco lleva lácteos).