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La seguridad alimentaria plantea favorecer al consumidor en toda la cadena productica

Comer trigo, sí, pero comer trigo tóxico, no: una mirada al glifosato

Por Valeria Enríquez (@ser_sustentable)

En los últimos años se ha escuchado mucho sobre el glifosato, argumentos a favor y en contra, noticias, debates, satanizaciones e invalidaciones hacia las personas y organizaciones que luchan por la prohibición de este agroquímico.

El glifosato es el herbicida más usado en la agricultura a nivel mundial y es polémico porque la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo tiene clasificado como “probablemente cancerígeno para el ser humano”. Según Ecologistas en Acción, además es una sustancia que aniquila todo tipo de plantas y se le conoce como herbicida total, ya que sin hacer selección alguna mata hierbas y arbustos.

Este herbicida está relacionado estrechamente con los cultivos transgénicos y otros tradicionales y cotidianos como el trigo, el azúcar de caña, frijoles, arroz y muy probablemente también con el maíz.

Hoy escribo sobre una práctica que yo desconocía por completo, una en la que el glifosato tiene el poder de hacer que algunos cultivos sean más “rentables” para los agricultores que deciden utilizarlo, sin contabilizar los costos que generan a la salud humana y al ecosistema.

Este hallazgo sucedió mientras investigaba la relación y posible conexión entre la agricultura industrial para la producción del trigo y el incremento sustancial que en las últimas décadas ha habido de enfermedades celiacas e intolerancias y sensibilidades al gluten.

En un inicio encontré la historia y argumentación de cómo el pan que se hacía antes, siguiendo procedimientos naturales de fermentación, es mucho más digerible y menos agresivo que el pan moderno adicionado con levaduras de rápida fermentación y otros tantos ingredientes. Esta primera parte resultó en una nota que dediqué al pan de masa madre.

Relacionado con este tema de las alergias y la intolerancia o pseudo-intolerancia al gluten, encontré que también hay estudios y argumentos que vinculan este hecho con las técnicas productivas y los cambios que ha habido básicamente desde la revolución verde, esa que se pensaba era sinónimo de modernidad y desarrollo, y más bien ha resultado en deterioro y enfermedades.

En esta otra argumentación, encontré una interesante nota de una organización estadounidense que investiga y difunde información en pro del consumo de granos enteros, la cual expone que los productos que actualmente contienen trigo son mucho más altos en gluten que hace algunos años.

Un dato supercurioso es que según el tipo de trigo depende también el número de cromosomas que contiene. Algunos estudios han mostrado que el trigo con menos cromosomas –es decir, el más ancestral- tiene menor nivel de gliadinas, el tipo de proteína que tiende a causar las mayores reacciones en personas sensibles a este cereal.

Por ejemplo, la especie de trigo más antigua que aún se utiliza en algunos de nuestros alimentos tiene solo 14 cromosomas, mientras que el más usado comercialmente tiene 42.

Otro hallazgo a resaltar tiene que ver con la manera de producir los alimentos. ¿Qué ha cambiado en las prácticas agrícolas? ¿Cómo es que un mismo producto puede de repente cambiar su contenido de gluten?

La importancia de cómo se producen los alimentos 

Todos los alimentos que ingerimos tienen una historia. Las plantas están vivas, se alimentan del agua, de los suelos y el aire que las rodean, igual que nosotros. Creer o no querer ver que las prácticas agrícolas que favorecen el uso de agroquímicos afecta a las plantas mismas y a quienes las consumimos es querer tapar el sol con un dedo. Somos lo que comemos y absorbemos todo lo que comen las plantas y los animales que consumimos.

Y sobre este punto se comparten hallazgos sobre el impacto que tiene en las proteínas del trigo la cantidad y frecuencia de los fertilizantes empleados en su producción.

Después de la segunda guerra mundial se hizo una introducción masiva de fertilizantes químicos en la agricultura y probablemente esto pueda estar incidiendo también en el incremento de personas sensibles o intolerantes al gluten.

Si te surge la pregunta de qué es un fertilizante, para qué sirve y cuál es la diferencia entre los químicos y los orgánicos, puedes encontrar información aquí.

El uso de glifosato para aumentar el rendimiento de cultivos

En la nota “La verdadera razón de la toxicidad del trigo (y no es el gluten)”, el sitio The Healthy Home Economist expone que en Estados Unidos los campos de trigo –y otros cultivos- se empapan con glifosato días antes de la cosecha para tener mejores rendimientos.

La nota reporta que la doctora Stephanie Seneff del MIT (quien, por cierto, tiene unos hallazgos impresionantes que puedes revisar en su sitio) ha estudiado ese tema a profundidad encontrando que disecar los cultivos de trigo con glifosato entró en boga a fines de la década de 1990 y al menos en Estados Unidos, la mayor parte del trigo no orgánico que se cosecha está contaminado con esta sustancia.

Las cifras hablan por sí mismas. Según datos compartidos en la nota, en 2012 el 99% del trigo duro, 97% del trigo de primavera y 61% del de invierno se trató con herbicidas, y esas cifras son 90% mayores comparadas con las de 1998.

Hay mucha controversia sobre los efectos del glifosato en los humanos, ya que hay investigaciones científicas contratadas por las mismas empresas productoras y comercializadoras para sus labores de cabildeo. Estas empresas han invertido millones para favorecer el argumento de que el glifosato no es dañino y han logrado alianzas poderosas con los gobiernos para incluir estas sustancias en las prácticas agrícolas.

Con todo y todo, recientemente un jardinero estadounidense ganó una demanda millonaria por la relación del glifosato con el cáncer terminal que padece.

Únicamente por lógica, si el herbicida está diseñado para matar todo, imagina lo que hace en tu organismo, así es: mata la micro flora y micro fauna interna. La valiosísima y prestigiosa flora intestinal, encargada de mantener la impermeabilidad de los intestinos y ahora vinculada con las enfermedades autoinmunes y la salud de tu cuerpo en general, es la más afectada cuando este tipo de sustancias entran en el organismo.

Las principales enfermedades relacionadas con un organismo que tiene más toxinas de las que puede liberar y por tanto genera patrones de inflamación crónica son: desórdenes gastrointestinales, obesidad, diabetes, enfermedades del corazón, depresión, autismo, infertilidad, cáncer, esclerosis múltiple y alzheimer.

La misma doctora Seneff tiene diversas entrevistas en YouTube sobre los impactos del glifosato en la salud humana, especialmente en autismo e infertilidad masculina.

“Usar glifosato en los cultivos puede ahorrar a los agricultores dinero e incrementar sus ganancias, pero es devastador para la salud de quien lo consume porque ingiere los granos de trigo cargados de residuos tóxicos”.

¿Pero qué hacer?

En realidad la respuesta es simple. Llevar a cabo la práctica quizá no lo es, pero hay alternativas.

EVITA en lo posible los granos y los alimentos provenientes de la agricultura industrial. Esta nota se enfocó en el trigo, pero en México, recientemente se publicó un estudio académico de la UNAM sobre residuos de glifosato en alimentos comerciales elaborados con harina de maíz.

Olvídate del pan de caja que venden en el supermercado; puedes empezar a hacer tu propio pan con los tres ingredientes tradicionales en vez de comprar los industriales que, sin mentir, tienen más de 30 ingredientes que te costará leer en sus empaques.

Puedes hacerte el hábito de ir semanalmente a comprar en los mercados orgánicos; siempre hay productos deliciosos como panes artesanales, galletas, granolas, frutas, verduras, tortillas, lácteos, etcétera.

También puedes hacer activismo e intentar sumarte a algunos de los movimientos que intentan regular en México las actividades y políticas que impactan en nuestro derecho a la alimentación.  El Poder del Consumidor, Greenpeace y su programa de Alimentación, Slowfood México y otras organizaciones son muy activas en el tema.

Cuando consumes alimentos orgánicos o que te consta que son agroecológicos puedes saber que lo que ingieres está libre de sustancias tóxicas para tu organismo.

Recuerda que siempre puedes elegir qué comes y qué compras.

¡No es que no comas trigo, es que no comas trigo tóxico!

Puedes contactarme siempre para más información sobre cualquiera de mis notas.