No. El vinagre de manzana no solo sirve para hacer vinagretas: tiene muchos, muchísimos usos. Desde ser un infalible limpiador hasta tener la capacidad de darle ese toque acidito a las salsas, es un producto que casi casi lo puede todo y que no debe faltar en tu alacena.
Una de las características de los vinagres, que es lo que les da todos sus superpoderes es el grado de acidez. Gracias a esto, puede hacer reacción con otros productos -como el bicarbonato de sodio– y limpiar, hacer que esponjen los pasteles e incluso hacer un maravilloso suero hidratante.
Empecemos por el principio. El vinagre es el resultado de la fermentación acética de algunos frutos; esta es la diferencia primordial con el vino, que no llega hasta allá sino que se queda solo en la producción de alcohol. Un vino que se pasa sí puede convertirse en vinagre bajo condiciones controladas.
Y bajo condiciones controladas quiere decir que debe tener una madre -algo así como la del pan o la kombucha– para que no se desarrollen bacterias tóxicas y además adquiera el sabor y la acidez óptima.
¿Por qué utilizar éste en lugar del tradicional vinagre de caña o del oscuro balsámico? Por varias razones.
En primer lugar, es una de las variedades más económicas tan solo precedida por el blanco que proviene de la caña de azúcar.
Al ser de manzana, su concentración de azúcares es un poco distinta y conserva los sabores y aromas de este fruto. Será más dulce que el blanco y un poco más ácido que el balsámico. Es fácil de conseguir y accesible en términos de precio.
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