Fundado en mayo del 2000, el restaurante Pujol se ha posicionado como un emblema global de la alta gastronomía mexicana. Hoy, a sus 25 años, cuenta ya con dos estrellas Michelin y se hace presente en las listas de los 50 mejores del mundo. Te cuento todo sobre Pujol, precios, dónde está y qué lo hace tan especial.
En la mayoría de las experiencias, no pueden faltar los ya consagrados elotitos tatemados con mayonesa de café, hormiga chicatana y chile costeño / Foto: Instagram @pujolrestaurant
El modelo de Pujol gira en torno a dos menús de degustación: un omakase de tacos de 9 tiempos que se sirve en la barra y uno de 6 tiempos para quienes reservan en el salón. Ambos tienen horarios específicos de reserva y no hay mucho tiempo para la sobremesa, ya que cada seating es de dos horas. El servicio arranca a la 1:00 pm y el último grupo entra a las 9:30 pm. Considera que las opciones cambian cada temporada, así que lo que pruebes ese día no lo volverás a comer, salvo algunos platillos, como el mole madre, un emblema del lugar.
Los maíces criollos y su importancia para la gastronomía mundial tienen un protagonismo en el menú de Pujol, Elizabeth “La More” hace tortillas a mano y las echa al comal / Foto: Instagram @pujolrestaurant
Los precios de Pujol no incluyen bebidas, pero si quieres maridaje, tienen la opción. El omakase tiene un costo de $3,995 pesos; mientras que el del salón $3,595 e incluye botanas, entradas frías y calientes, plato fuerte, mole y postre. Considera que una cena para dos con maridaje puede alcanzar fácilmente los $12,000 pesos. Toma en cuenta que tienes que reservar con una anticipación mínima de 5 a 7 semanas y NO puedes llegar si no cuentas con ella. Para asegurar tu asistencia tendrás que dejar un depósito en garantía que, si no cancelas con mínimo 24 horas, no podrán devolverte.
Una de las propuestas más vistosas es este erizo relleno de chileatole de cangrejo con chile guajillo y granos de elote / Foto: Instagram @pujolrestaurant
Una de las características de su propuesta se basa en poner al centro ingredientes de gran calidad e implementar distintas técnicas de las cocinas mexicanas. Su cocina siempre está en constante transformación y trabajan bajo una filosofía enfocada en criterios de calidad, sustentabilidad y responsabilidad social.
La atención se centra en el detalle y la hospitalidad: desde la barra donde sucede el omakase de tacos, hasta el comedor tipo kaiseki (un ritual de origen japonés que consiste en la presentación de varios platillos enfocados en los ingredientes de temporada y la presentación artística). La experiencia se vive por etapas, con una duración aproximada de dos horas. El postre se toma en el área de jardín, así que si te gustan los espacios verdes y los jardines zen, te encantará.
En Pujol, hasta lo más “sencillo” se puede convertir en algo extraordinario. La masa ligera de esta concha de cacao acompaña a un relleno de haba tonka / Foto: Instagram @pujolrestaurant
Todo en Pujol está diseñado no solo para disfrutar una experiencia gastronómica, sino algo integral, con elementos que despiertan sensaciones. El espacio fue conceptualizado por JSa Arquitectura para ser una “casa viva”, con luz natural, ventilación cruzada, recolección de agua de lluvia, compostaje y un huerto propio.
Uno de los emblemas del restaurante es el dúo mole madre-mole nuevo. Esta preparación ancestral se inicia con una base negra que ha sido “recalentada y alimentada” (tal y como sucede con las masas madre) durante más de 3,300 días. Este proceso le ha dado una complejidad de sabores y aromas que lo caracterizan. Aunque no solo el mole madre es la estrella del lugar, sino lo que comentamos: el ingrediente de temporada, la creatividad y el toque mexicano.
Pujol no solo destaca por su cocina: ha sido una cuna de talento que ha influido en nuevos proyectos en México y el mundo. Más allá de los precios de Pujol, hay que considera que su relevancia reside en su capacidad para reinventar sin traicionar, para honrar lo ancestral con un lenguaje contemporáneo y para ofrecer una experiencia gastronómica profunda, emotiva y sostenible. No es solo cocina: es narrativa cultural, arraigo ecológico y, sobre todo, una celebración del maíz, el mole y la hospitalidad mexicana.
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