

Los microplásticos ya no son una amenaza futura, son una realidad presente en nuestra dieta diaria. Aunque aún no sabemos qué tan dañinos son en los niveles actuales, la evidencia indica que podemos empezar a cuidarnos desde nuestra cocina. Entre menos plástico utilicemos, más vidro, acero y menos alimentos hiperprocesados, mejor será nuestro margen de exposición.
Los microplásticos son fragmentos de material plástico que miden menos de cinco milímetros (y los llamados nanoplásticos aún menos de un micrómetro) y provienen tanto de la degradación de plásticos más grandes como de partículas fabricadas deliberadamente. Estos fragmentos pueden llegar a nuestros platos a través del agua, del aire, del suelo, de los envases plásticos o de procesos de producción donde están presentes.
Lo que hace particularmente singular a los microplásticos en nuestro alimento es una combinación de factores:
Por estas razones, los microplásticos son un contaminante alimentario que requiere una mirada profesional, seria, integrada con políticas de producción de alimentos, envases y consumo.

En investigaciones recientes se han identificado ciertos alimentos con mayor probabilidad de contener microplásticos:
Estos alimentos reflejan tanto la contaminación ambiental como la contaminación a través del envase o manipulación. Por eso, la forma en que se producen, almacenan y empaquetan los alimentos afecta directamente la presencia de microplásticos.

Debido a que provienen del ambiente y de múltiples rutas de entrada, eliminarlos al 100 % es prácticamente imposible. Pero sí puedes reducir tu exposición.
Tips prácticos:
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