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Universidad Autónoma de Querétaro presenta un pan con harina de chapulín

Por Mayra Zepeda

México es un país rico en insectos; tiene, al menos, 549 especies diferentes. En esta tierra conviven los jumiles, las chicharras, los cocopaches, los escamoles, los xamúes y, por supuesto, los famosos chapulines, los cuales comemos en tacos, salsas, con guacamole, asados y tostados.

Está comprobado que las propiedades nutricionales de los chapulines son notables: mientras que 100 gramos de carne de res contienen de 54 a 57% de proteínas, la misma cantidad de chapulines contiene de 62 a 75%, según investigaciones de la doctora Julieta Ramos Elorduy del Instituto de Biología de la UNAM.

Con el objetivo de promover la entomofagia o consumo de insectos, la Universidad Autónoma de Querétaro, a través del Centro Académico de Desarrollo e Innovación de Productos (Caidep), presentó un pan gourmet elaborado con harina de chapulín y lo llamó SanChap.

El encargado de desarrollar este proyecto fue el estudiante de Gastronomía de la UAQ, Eduardo Mendieta López.

SanChap es un pan preparado con base de harina de trigo y chapulines deshidratados y molidos de Oaxaca. Eduardo explica que primero se deshidrataron los insectos, luego se molieron para transformarlos en harina que posteriormente se mezcló con huevo, levadura, azúcar y harina de trigo para su proceso de panificación.

“Es importante hacer mucho más investigación aplicada en otras disciplinas como la Gastronomía, porque hasta el momento solo se desarrolla por parte de biólogos y entomólogos, quienes han identificado diferentes especies de insectos comestibles, su reproducción, contenido proteico y nutrimental, pero poco se ha investigado a nivel cultural, particularmente las alternativas de consumo y su arraigo”, dice Eduardo.

Consumir insectos es una fuente importante y barata de proteínas, sustancias responsables de la reparación y construcción de las células y tejidos, y esenciales para el funcionamiento correcto de nuestro sistema inmunitario.

Los insectos se conservan en buen estado sin refrigeración y no pierden su valor nutritivo puesto que generan por sí mismos sustancias antibióticas que los protegen mientras están vivos, y que una vez capturados no permiten su descomposición si se conservan en seco.