Hay dos tipos de personas: quienes comen para vivir y quienes viven para comer. Chef —Chef a domicilio en español—, la más reciente película de Jon Favreau (Iron Man 1 y 2) es obligatoria para los que pertenecemos al segundo grupo y somos capaces de viajar kilómetros para probar un platillo, conocer un restaurante o a un chef bien reseñado por la crítica especializada o por los comensales de a pie exigentes como nosotros. Es un agasajo culinario llevado al cine.
La trama en sencilla: Carl Casper (Jon Favreau), un portento de chef y artista de la gastronomía —así se autodenomina y lo avalan sus fans comensales— se siente reprimido por el dueño del restaurante para el que trabaja (Dustin Hoffman), quien no lo deja asumir riesgos y servir platillos originales cuando acude el crítico culinario más influyente (Oliver Platt), el potentado de la crítica gourmet en internet; algo así como el Mark Zuckerberg de la cocina o el descubridor de talentos a la Simon Cowell, pero de chefs.
Harto de ver coartada su creatividad por el dueño del prestigiado restaurante —cuya ideología es: “si pagas un boleto para ver a los Rolling Stones y no cantan Satisfaction exiges la devolución de tu dinero, así que en este restaurante se sirven los clásicos”— y denostado por una crítica del flemático gurú gourmet que lo acusa de haberse corrompido tras haber sido el chef más audaz y original años atrás, Carl Casper renuncia y queda a la deriva.
Para empeorar la situación, en internet se viraliza la diatriba que el más famoso crítico de restaurantes lanza contra el orgulloso chef y la rivalidad entre ellos dos se hace personal y pública cuando también se difunde un video donde Casper ataca al crítico a pastelazos y lo acusa de ser un tipo despiadado y sin escrúpulos que arruina carreras, como lo ha hecho con la suya.
Vía su ex esposa (Sofía Vergara), el chef queda fascinado con la comida cubana, se asocia con su más fiel colaborador (John Leguizamo) y abren un negocio móvil (un camión-cocina-barra) de comida cubana: las más exquisitas tortas cubanas jamás filmadas, frijoles con arroz, plátanos fritos, yuca y cerveza; “no ‘beer’ sino cerveza” (sic.)
Además de que en el camión se sirven los platillos más suculentos, el negocio móvil cobra mucha fama gracias a los ‘tweets’ de sus comensales y de la labor de difusión que el hijo del chef hace en Twitter, Facebook, Vine, etcétera.
La película no sólo captura el ámbito de los ‘bon vivants’ de la comida, la fama y las estrellas en la escena culinaria, sus pretenciosos críticos, sino también la influencia de las redes sociales cibernéticas; el fenómeno de que críticos y comensales comunes que divulgan sus opiniones en línea son determinantes para el éxito o fracaso de un chef o restaurante. O de cualquier negocio.
Chef a domicilio le da a la gastronomía el estatus que merece: de ARTE y hace hincapié en esto con hermosas escenas sobre la preparación de múltiples platillos, desde que se eligen los ingredientes frescos en el mercado hasta que se sirven en apetitosas y artísticas presentaciones pletóricas de sabor, casi saboreamos los platillos en una especie de efecto 4DX que consigue la película por el detalle estético con que se exhibe el arte culinario como tal. Y se abre el apetito.
Sólo prepararle la cena a su hijo cuando está a su cuidado, el chef hace el más apetitoso sándwich de tres quesos dorado a la plancha que se ha visto en pantalla o, cuando le cocina una pasta a la ‘hostess’ y ‘somelier’ del restaurante donde labora (Scarlett Johansson), con quien tiene una tentadora fricción sexual; cuando se frustra y pasa toda una noche en vela para crear nuevos platillos irresistibles; el corte experto de verduras, el marinado de la carne, el untado de mantequilla con brocha, la elaboración de caramelo para triturarlo a mano y espolvorearlo a manera de azúcar. Cada secuencia, cada toma del proceso de preparación de alimentos es ilustre.
El chef tiene un tatuaje de cuchillo en su antebrazo y le regala a su hijo un cuchillo de expertos como rito de iniciación. La cocina es el estudio y el cuchillo la herramienta; “Los platillos que se doran de más no se sirven, se tiran”, instruye a su vástago.
El filme se torna una ‘road movie’ y el personaje del chef se lleva a su hijo (miembro de la tripulación móvil) a probar las especialidades de cada lugar que visitan; los “beignets” (una especie de buñuelos) en el «Café du Monde» en Nueva Orléans, por ejemplo; una carne típica de la región en Texas, etcétera, y conmina a su hijo a poner atención a los sabores porque “nunca vas a volver a probar un ‘beignet’ por primera vez”.
En resumen, el ‘dude’ Jon Favreau se armó su película homenaje al placer de comer, una de sus pasiones seguramente. Invitó a sus cuates Robert Downey Jr. y Scarlett Johansson a participar, se agenció a la MILF más ‘hot’ del momento Sofía Vergara; se trajo a un veterano garantizado, Dustin Hoffman; a un latino entrañable, John Leguizamo, que es una pieza clave para darle sabor al negocio móvil de comida latina que emprende el chef; a Bobby Cannavale, otro cocinero del staff con tipo de ‘latin-lover’ jarioso y, mejor imposible, a Oliver Platt como el tipo más insoportable, cualidad que exuda este histrión.
Además, la convierte en un mini homenaje a Estados Unidos en formato de ‘road movie’, una oda a su diversidad cultural.
Claro que lo primero que hice saliendo de ahí fue enviar un ‘tweet’ para recomendar la película, como es el primer impulso de los comensales para bien o para mal de los chefs.