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Sushi, un poema de Paul Muldoon

Por Animal Gourmet

SUSHI

Paul Muldoon 

“¡Cuánto tiempo perdemos discutiendo!”
Estábamos sentados a la barra
de sushi, con cerveza Kirin,
viendo cómo el maestro rebanaba
meticulosamente
salmón, atún, jurel;
y el aprendiz, en tanto,
apenas levemente menos leve,
arrojaba el arroz e iba imantando
cada grano
en una dirección: oriente.
Luego vinieron tiras
translúcidas de pulpo
y calamar y anguila,
y jengibre en salmuera,
wasabi verde pálido.
“Es como si quisieras de algún modo
la muerte, para ya no hablar…”
En la banqueta
una mujer en leotardo
seguida por un leopardo
de verdad.
Por un instante, más allá

de la hueva de erizo y de las zonas

erógenas
de sábalo y besugo, vi,
cuando el vapor se disipó,

que el aprendiz había esculpido
los exquisitos

pétalos de una rosa
no en un metal precioso
ni en madera o en piedra
(“muy bien podría estar comiendo sola”)
sino en la punta de una zanahoria;
cómo, cuando le presentó al maestro
esa obra de arte
“¿No es el colmo de la arrogancia
decir que Dios no es más arcano
que el sabor del orégano,
el orgón,
los órganos internos
de bestias y de aves, y las minas de arigna,
los poemas de Louis Aragon?—,
bien pudo haber sido alabastro
o jade
lo que el maestro sopesó tan gravemente
con una y otra mano, como un sabio
que nunca tomaría, por ejemplo,
a Duns Escoto por Escoto Erígena.

Paul Muldoon (Irlanda del Norte, 1951)

segunda versión de Aurelio Asiain

El original puede leerse aquí.