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Entre los miles de tamales mexicanos existen los tamales de ollita.

Tamales, de ofrenda para dioses prehispánicos al día de La Candelaria

Por Mayra Zepeda

En la fiesta del 2 de febrero, día de La Candelaria, se unen tradiciones muy antiguas que conjugan varias culturas.

Según el Levítico, toda mujer judía que tenga un hijo varón tiene que ir a purificarse al templo a los cuarenta días de haber dado a luz y presentar al niño en dicho lugar. Del 25 de diciembre al 2 de febrero son 40 días los que pasan.

Al realizarse la evangelización cristiana en estas tierras, iniciada en el siglo XVI, esta tradición tomó fuerza y, además, se empalmó con el principio del año nuevo de los aztecas.

Antes de la llegada de los españoles a estas tierras, el año nuevo entre los antiguos mexicanos se recibía a principios de febrero. Durante el primer mes o veintena, llamada Atlcahualo, se le rendía culto a los tlaloques –ayudantes de Tláloc, dios de la lluvia-.

En todos los calendarios mesoamericanos se le rendía culto a las deidades que favorecían la agricultura. Lo primero que las siembras requerían eran lluvias al poco tiempo de sembrar para que las semillas tuvieran la humedad necesaria para germinar.

En ese entonces, el tamal era el platillo sagrado que se le ofrecía a las deidades y a la tierra como agradecimiento por darnos los alimentos.

Febrero era el mes para iniciar las peticiones de lluvias y rendir culto a las semillas que se iban a sembrar, lo cual aún sucede en algunos pueblos hoy en día.

Con la conquista espiritual de México, los frailes aprovecharon la religiosidad de nuestros antepasados indígenas y fueron imponiendo el cristianismo, sus santos y sus festividades, las cuales sustituyeron a las antiguas fiestas paganas.

Hacia el siglo XVIII, nuestros antepasados indígenas continuaban ofreciendo tamales al inicio del año nuevo prehispánico, por lo que se dio la costumbre de festejar el día de la Virgen de la Candelaria también con tamales.

Hay muy pocos datos del México virreinal al respecto, únicamente permisos solicitados al cabildo de la ciudad de México para realizar estos festejos en el barrio de La Candelaria. Fray Bernardino de Sahagún menciona en el Códice Florentino la costumbre que tenían los indígenas de ofrecer tamales a las antiguas deidades.

Hasta nuestros días es maravilloso ver el fervor del pueblo de México en este día, en donde se lleva a bendecir la imagen del “Niño Dios”, a quien se le viste de “Niño de las Palomas”, “Niño de la Suerte”, “Niño de la salud” o de algún santo de devoción de cada persona o incluso de “Niño graduado”, cuando alguna persona le solicita al Niño Jesús que le ayude a pagar los estudios de su hijo. Es importante vivir más de cerca estas tradiciones para comprenderlas.

El 2 de febrero es una fiesta de agradecimiento al “Niño Jesús” y para los campesinos es una fiesta de agradecimiento a la tierra por permitirnos tener alimentos.

Dentro del ámbito urbano, en las oficinas y en la familia nos reunimos a compartir los tamales que ofrecen quienes sacaron “el muñequito” en la Rosca de Reyes.

El muñeco de la rosca representa al “Niño Jesús” que se esconde del rey Herodes. El verdadero simbolismo de que te toque “el muñequito” es que en el año tendrás muchas bendiciones por haberlo encontrado, por ello se debe compartir la buena fortuna con que te va a socorrer y qué mejor que con unos buenos tamalitos.

El 6 de enero y el 2 de febrero se unen nuestros dos cereales básicos, el pan de trigo de la rosca –el “cuerpo de Cristo”- y el maíz de los tamales –nuestra carne y nuestros huesos-, es decir, la unión entre lo divino y lo terrenal.